Eduh Siqueiros

Desnudando mi alma

Sin vana pretensión esperas al esparcimiento
de las rosas, las que con su evaporación forjarán ensoñaciones
para que por vía intravenosa en un rojo diluvio
inyecten esperanzas al orbe celeste de tus agoreras
expectativas y yo, en búsqueda constante
subiendo terrazas y escalando alcores,
en estado intermitente de muerte continua,
resurjo de mis cenizas desvestido de las penas postremas
y vislumbrando a la taciturna luminiscencia
de tu aura en mi sendero… yo itinerante,
proscrito del país de los silencios, perplejo,
llego al mar de las sirenas que seducen con su canto,
arribo hasta el cerro de los dragones,
al país de los garbos guerreros que incitados por el sortilegio
de las doncellas y de sus aromáticos efluvios,
fraguan asaltos y logran laureles de quien los ve;
yo revestido de atavíos inflamables, piso el suelo
de la ensoñación donde moras tú junto
a los próceres del lirismo, coincidimos en un espacio-tiempo
y ahora yo, que tengo afanes de creatividad,
me envuelvo de la sonoridad de tu paladar,
me regocijo entre los muros de tus pectorales,
mientras te transmutas en un volátil ser,
por el entusiasmo de poseer alas de ángel
para revolotear en la circunscripción
de tus dominios tras mi onírica intromisión.

 

La saturación odorífica que se evapora de mi cuerpo
envuelve el éter del habitáculo de nuestro encuentro,
las interferencias de frecuencias entre gimoteos de oropel
y sollozos simulan los actos fúnebres en el emporio
de un funeral en el que muere el egoísmo y triunfa el amor,
mis pesadumbres quedan amortajadas,
el bálsamo de las flores primaverales llenan de miel
al nuevo ambiente prometedor -atmósferas de limpidez-;
mis avizores se explayan con su mutismo,
y desnudando mi alma, bebes del elixir de mi centro,
para inflamar tu dermis, en tu exaltación de mujer;
solapados por la niebla que emergió del calor
de nuestras bocas, nos escondemos del mundo,
remontándonos a los parajes creados con nuestros delirios,
sobrevolando tan libres entre los brazos del viento en la vagancia
y dejando finas marcas en los muros de nuestros corazones
-oriflamas pasionales que testificarán nuestras efervescencias-,
así, con tus lamidas retóricas estremeces mi atavío de café
y con tus dígitos líricos unificas tus deseos con mis pensamientos;
es la felicidad nuestra una moza linda de corsé
y su amante es un aristócrata doncel de bellos sentimientos.


Mujer, luego de la ensoñación en que me obnubilaba,
te vi, bendita la hora en que te vi,
sin que los percibieras fuiste arrebatada
hasta mi lecho… con mi visión te desnudé
-tus vestiduras calcinando- pude beber
las dulzuras de tu erógeno manantial,
mi alma sedienta de ti, absorbió tu plétora
de donosuras, y en la virginidad trepidante de tu abdomen
descargué las excitaciones que en ingente acumulación
salían de mi nocturna cabellera en fragor de explosiones,
los besos al fugarse de tus labios se trocaban suspiros,
y los míos sobre las cumbres de tus senos dibujaban círculos,
en un acto de entrega alcanzando nuestra etérea unificación;
a mayor lubricación mis embates son más infalibles,
para hacer vibrar tus fortalezas, así, trocados tú y yo en guerreros
ofreciste rendición a cambio de ser honrada como jerarca;
tú, en los espejos de mi rostro te percibes triunfante;
en esta exorbitante excitación nadie pierde, nadie gana,
es una confrontación de fuerzas sidéreas,
para la fusión de nuestras identidades incorpóreas,
porque luego del combate -a tu costado- rijo contigo:
corazones, mentes y almas en su conjunto.