Jesús Pérez Rubi

Atezado Destino VII Alegría y Felicidad

 Capitulo VII

Alegría y Felicidad.

 

Después de días de pensamientos del uno en el otro,

enamorados suspiros y toda la ansiedad respectiva

del alumno por su maestro y del maestro por el alumno

llego la tan ansiada tarde del lunes,

Luis Manuel la emoción no podía contener

María Luisa esperaba ansiosa, sus manos sudaban

Pero su cara hermosa brillaba con una luz inigualable

aquella mañana la había pasado tarareando aquella canción de siempre y sonriendo

era evidente su alegría por aquella tarde, por aquella esperada tarde

Luis Manuel llegó frente de la casona, quedó atento observando su puerta y sus ventanales

que mostraban el interior sin esconder nada, a la vista total y absolutamente todo,

dio un par de pasos y entró al corredor de entrada de la hermosa casona

seguido se escuchó su voz decir -muy buenas tardes, se encuentra alguien en casa.-

Inmediatamente Salió aquella mujer elegantemente vestida con una falda azul noche con cinto mostaza al igual que iba en su perfecto peinado y su ceñida blusa blanca hasta el cuello.

-mucho gusto caballero Julia de Novoa - a lo cual sorprendido por la elegancia de aquella mujer respondió Luis Manuel

-el gusto es mío doña Julia, Luís Manuel Indriago a sus ordenes

soy el maestro de María Luisa, ella me indicó que comenzaríamos nuestras clases la tarde de hoy.-

Julia, mujer elegante, pero picara, adelantada a todo, con su ceño fruncido pero sonriente pícaramente:

si, Tanto ella como nosotros le estábamos esperando, adelante.

Luis Manuel, observaba aquella casa en su interior, y en su mente se decía “Tantas veces he pasado por este frente cuando viajaba al puerto de la Guaira y nunca me percate de la existencia.

Las pisadas sobre el caico retumbaban en el salón  que le indicó Julia, el cual yacía en silencio, apenas se escuchaba un pequeño ruido de la calle, Luis Manuel fue girando sobre sus pies detallando la diferencia en la decoración de la casona, no era como las de los habitantes de aquella zona de la ciudad; esta era totalmente distinta, aún estando dentro del marco del cuadrante de la pujante Caracas, tena el aspecto de Hacienda, con olor húmedo de la montaña y detalles coloridos de familia sobre las blancas paredes que lucían una franja azul no muy alta y muebles de cuero, lo que le daba sin duda el aspecto campestre.

A la sala se hizo presente Carmelo, el cual sin parar con paso firme entro con su mano estirada para presentarse.

-Buenas tardes, maestro, un gusto conocerle Carmelo Novoa. -

Sin perder la compostura y sorprendido nuevamente por aquel hombre, elegante que dentro de su informalidad vestía de chaleco y corbata.

-Buenas tardes, Señor, Luis Manuel Indriago, a sus órdenes Señor. -

-Gracias Luis Manuel, para ser maestro es usted muy joven, por los comentarios de usted en las tierras de oriente, lo imagine siempre de avanzada edad. - finalizando como siempre con picardía y jocosidad.

Luis Manuel, sonrojado. - ¿Sera entonces? Que soy un hombre viejo en un cuerpo de apariencia juvenil.

María Luisa junto a Julia se hicieron presente ante el gran marco del salón, Julia aupó a María Luisa a entrar primero, haciendo ver ese maravilloso vestido blanco y el turbante de colores cargado de detalles rojos, Luis Manuel sin resguardar nada quedo fijo en aquellos ojos y en la luz que de aquel rostro emanaba y que lo hacía perder la noción del lugar donde estaba.

-Buenas tardes María Luisa, un gusto saludarle. - le dijo Luis Manuel tomado y besando su mano.

Quedó el maestro en evidencia ante Carmelo y Julia, quienes se vieron el uno al otro con muecas de asombro y como siempre con aquella picardía vestida con elegancia.

Carmelo pidió que tomaran asiento, María Luisa en el centro de Carmelo y Julia y Luis Manuel en el Sillón. Carmelo estaba que reía, pero se mantenía con cara de seriedad, y veía a Luis Manuel como un revolver a un sentenciado, el pobre Luis Manuel nervioso siguió:

-Acá estoy para iniciar en este día con las clases de María Luisa.-

Carmelo cruzo sus piernas y se acercó un poco a Luis Manuel:

-Joven maestro, antes que nada, ¿cuál es el pago que debemos hacer por su trabajo?

-solo espero que no sea un ojo de la cara, imagine yo feo y sin un ojo.-

Fue como siempre la actitud de Carmelo la que rompía y el hielo, haciendo que la sala se inundara de risas, Luis Manuel, mas tranquilo, pero sin perder de vista aquel hermoso rostro moreno de la princesa de abenuz.

-Señor Carmelo, no debe preocuparse por su ojo, el no se separa de usted al meno por mi causa. Para indicar el pago solo debo preguntarle algo… ¿Cree usted en la magia?

Los ojos de María Luisa se abrieron casi al borde de salir y siguió Carmelo:

-en la vida todo es magia, por eso creo en ella- volteo a ver a Julia, y continuo, - Mire usted maestro, ella es la magia que me levanta todos los días, su magia, me hizo ver en sus ojos el sentido de mi vida, y la magia de sus manos reconfortan mi alma. Así que con esto, ¿Cree usted que creo en la magia?.-

Sonrieron y Luis Manuel: -dejemos entonces que se haga la magia del saber, si su sobrina cambia se hizo la magia y usted me pagara 20 pesos y si no, sienta la libertad de- inmediatamente intervino Carmelo diciendo:

-¡hago yo la magia y lo desaparezco!-

Julia sonrojada, y con mediana sonrisa, -¡por favor Carmelo!-

Luis Manuel , no aguantó y se dio una gran carcajada que despertó la de todos en el salón, sacando a María Luisa del frio sudor que emanaba de sus rostro cuando aquellos hombres hablaban de la magia, pensando que Luis Manuel hablaría del gallo Juanchito.

Carmelo se despidió diciendo: bueno voy a trabajar debo reunir 20 pesos para poder pagar a este maestro, serán muchos medicamentos de la Botica. Dios te bendiga Marita.

Y Julia por su parte: iré a la cocina y regreso, traeré algo para ustedes.

Al quedar solos: ambos sonrieron temerosos, miradas esquivas pero cargadas de amor. Era inevitable la unión de aquellas manos para ir a la gran mesa, donde Luis Manuel retiro la silla y la colocó a un lado sentándose María Luisa, sin soltar su mano y con miradas fijas, Luis Manuel después de un suspiro y con tono suave dijo:

-María Luisa, es usted la mujer mas hermosa del universo, gracias por permitirme estar hoy acá.

Estoy consciente de ser su maestro y también estoy consciente de su belleza, y le pregunto nuevamente y espero su respuesta sin que salga Corriendo

¿Sabes lo que está pasando? -

María Luisa sin titubear y con voz tenue -Si, lo sé. Y hasta su nombre en mi mente cambio. Estoy consciente de que mi maestro y los corazones gritan el resto, no puedo decirle ahora como le llamo, solo iniciemos nuestra lección de hoy con arte por favor. El romanticismo Clásico, que no es un Clásico Romanticismo. Como muchos.-

Luis Manuel se sentó consciente de aquella respuesta que lo lleno de alegría y de felicidad

 

 

Alegría y de felicidad, de aquellos días, de días pasados

de los amores de amores, prohibidos, grandes amores.

 

Jesús Pérez Rubí / Andariego

18/07/2020