Ruben GALAVOTTI

¿CUÁNTOS SONIDOS CABEN EN UN SILENCIO?

  Creo que todos y todas estaremos

de acuerdo en que el silencio es

la ausencia de sonidos...

 

  Pero... ¿De qué sonidos?

Me podrán decir “los sonidos cotidianos”

y estarían en lo cierto.

Por ejemplo, los silencios del domingo,

cuando faltan los sonidos del trajín laboral,

no se oye el camión que recolecta residuos,

no recorre el barrio el vendedor de huevos,

ni se oye a la madrugada la moto del vecino.

 

  Ahora... ¿Por qué no pensar que los silencios

son la ausencia de sonidos que ya no están?

Las voces que se acallaron para siempre

por el mutismo absoluto de la muerte.

O acaso los sonidos que aún no están,

las canciones que no se han escrito y

esperan pacientes en el seno de una guitarra,

la balada que aguarda sobre el teclado,

la chacarera que duerme en la oquedad del bombo,

la vibración del tango guarecida en el fuelle,

el aria anidando en garganta de un tenor.

 

El silencio bien podría considerarse como

una fuga de pájaros que se quedaron

prisioneros de amaneceres pretéritos,

de los trenes que ya no transitan más

por los rieles oxidados del olvido,

del trote de corceles y el traqueteo

de los carros desplazados por la industria,

de las rondas infantiles abolidas

por el brillo hipnótico de los celulares,

del silbido trasnochado de viejos tangueros

que se diluyeron sin más, arrabal abajo,

del repicar de los teclados desalojados

de las oficinas por el mutismo del ordenador.

 

Por suerte la ciencia ha demostrado

que el silencio absoluto no existe

como no es menos cierto que tampoco existe

el sonido, ya que es la interpretación

que el cerebro hace a través del oído

de los vibraciones del aire desplazado.

 

  Entonces creo que el silencio tiene

mucho que ver con la nostalgia

y el sonido es la voz de la vida

que tiene la bondad de rescatarnos.

 

R. C. GAL. ROA.

V. 31.07.20 – 21.59’