Jesús Pérez Rubi

Atezado Destino VI Magia de un Amor

Capítulo VI
Magia de un Amor

Al finalizar la tertulia los tíos se fueron a su labor
el a su botica y ella al taller de costura que formaba parte de aquella casa.
María Luisa ordenó los platos y los llevo de nuevo a la vitrina
mientras, tarareaba una canción que le hacía bailar entre los paso y paso que debía dar desde el fregador a la vitrina, cerca a las 10:30, pasó al taller, indicándole que iría al recinto de su maestro,
Julia con su peculiar altivez dijo:
-que dios bendiga a la sobrina mas bella, que te vaya bien y te recuerdo preguntar al maestro cuanto costará y así tener los pesitos guardados-
María Luisa levantó su ceja, sonrío: -si mamá Julia, así será-
Y partió por aquella calle de tierra
con pocas personas transitando por ellas;
pero sin duda con muchos ojos desde los salones, cocinas y corredores de las casonas,
donde las viejas “Familia de los patiquines” le veían pasar,
con aquel caminar paciente y suave, rápido al sonido del piso,
pero que engalanaba su talle haciendo murmullos, comentarios y chismes.
Era lógico que pasara, a su paso, con el paso, fino turbante con colores de arco iris cubriendo su cabello, saya blanca, blusa blanca y el brillo de los negros cocuyos de sus ojos, era imposible no verla, no apreciarla…
Al toparse con cada persona, Hombre o mujer, una sonrisa y un saludo, muestra su impecable educación, por eso siempre criticaban “negra esclava con comportamiento de blanca”… ella lo sabía, y mas placer sentía, como siempre retando los paradigmas sociales de la Caracas de entonces.
Al llegar al recinto de su maestro, hizo un silbido algo extraño, y por el corredor de blancas paredes y rojo caíco con techo de caña amarga y vigas gruesas cubiertas de tela de araña, se escuchó el canto del gallo, que corría a las manos de María Luisa, ella lo tomó y lo reviso de forma escrupulosa, hablándole,
-estas bien mi Juanchito, estás bien-, bajo la voz y levantando su pico, le habló nuevamente:
-debes pagar mis estudios, pórtate bien y demuestra de lo que eres capaz-
Guardó de nuevo el gallo en una busaca que sacó de un bolso de mano; salieron los patiquines que al verla, se burlaban y reían diciendo – mira la esclava que desea estudiar, mujer y negra-
Ella en su cabeza, recordaba sus lecturas de algunos manifiestos del partido liberal, que gobernaba por aquellos tiempos y su posición definitiva contra la esclavitud. Y como cosa curiosa, las tierras donde nació María Luisa llevarían el apellido de aquellos hermanos. Maria Luisa no era esclava, pero aun había esclavitud en la Venezuela de aquel tiempo que algunos políticos deseaban mantener.
Apurado al encuentro salió Luis Manuel y fue evidente el placer y la felicidad de ver aquella mujer nuevamente a la salida de su recinto, le detalló rostro perfecto con aquella piel tersa y lozana, con la sonrisa que sometió a su pensamiento desde la última vez de verle.
-Buenos días, María Luisa, colorido su elegante turbante.
-Buenos días, Maestro, agradecida, me alaga.
-Deduzco que en esa bolsa esta mi pago- y dio una risa incrédula y hasta burlesca.
-Créame que este es un gallo mágico, pero hace su magia solo en las manos igual que él, mágicas. Quiero decirle dos asuntos:
Primero Mis tíos aceptaron, pero ellos me dijeron cuanto costarán mis estudios, ahí viene el segundo asunto, quien pagará será mi gallo, el dinero que pagaran mis tíos yo se los regresaré.
-María Luisa no me gustan las mentiras-
-Solo será una verdad distinta, mis tíos hacen un gran esfuerzo para que yo sea distinta, no sea esclava y menos analfabeta y bruta.
Luis Manuel rompiendo sus Principios: - esta bien, eres decidida sin duda.
-entonces vamos al oeste, a las sombras de la seiba del puente la trinidad en la Caroata, parta usted por arriba que yo voy debajito. -
Estrecharon sus manos y enredaron sus miradas, como una despedida para siempre, pero solo fue el transcurrir de unos minutos y se encontraron en aquel lugar, húmedo, donde corría las aguas de la quebrada, un techo verde construía las hojas de los altos árboles.
Luis Manuel, observándola a sus ojos le pregunto: ¿Ahora que hacemos?
María Luisa rápidamente ordenó: saque el gallo de la busaca y veamos si sus manos son mágicas.
Ella fue a una vieja y lúgubre estructura que lucía abandonada, paredes que algún día fueron blanca pero grisáceas por el moho, con techos rojos pero enegrecidos y salió con otro gallo explicando:
-mi abuelo negro, me enseño este arte que aprendió de los isleños, para que sean buenos peleadores deben estar en manos mágicas, del resto siempre perderán-
aquel hombre soltó una fuerte carcajada, sintiéndose absurdo. ¿explícame esto María Luisa? Eres una caja de sorpresa. Primero estudios y ahora preparas gallos y quieres que yo los juegue… ¡por Dios!, de nuevo la risa.
María Luisa, ya muy seria le dijo: maestro, no le obligo, solo le pido me permita demostrarle y usted decide, de las tierras de oriente, vienen los mejores gallos.
A un lado del camino le guío María Luisa y apareció un ruedo improvisado, y le giró las instrucciones:
- Tome con su dedo el pico de Juanchito, sóplelo en el nombre de San Francisco de Asís.
Ambos hicieron el ritual y soltaron los gallos, Luis Manuel no quitaba la mirada de Maria Luisa y a su vez estaba contrariado por lo que hacía con los gallos.
Luis Manuel volvió su cara al ruedo y gritaba soy mágico, gano Juanchito. -
María Luisa le observaba y le comento, -le dije es mágico y usted mágico también-, y se dejó correr un suspiro.
Luis Manuel salió de la euforia del triunfo, tomo sus manos en las de el y se pusieron frente a frente, y le pregunto -¿Sabes lo que esta pasando?
María Luisa nerviosa -Si, lo sé.- le dio un beso en la mejilla y salió corriendo gritando, -le espero el lunes en mi casa para mi primera lección, no falte y recuerde Juanchito lo dijo… usted es mágico-.


Magia de un amor, de aquellos días, de días pasados
de los amores de amores, prohibidos, grandes amores.

Jesús Pérez Rubí / Andariego
31/07/2020