Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - La Impecable - Parte I~**

Lioda terminó de graduarse de secretaria. Lioda vá en busca de trabajo, pues, su manera de escribir era tan ágil como veloz el viento. Contenta y feliz, vá en busca de aquello que le diera de comer y de vivir. Lioda, es una muchacha jovial y tan sincera como la verdad. Su fuerza de espíritu la llevó hacia lo mejor del mundo. Pero, ¿era lo mejor?. Pues, era la buena suerte o la mala suerte que le acompaña. Cuando en el deseo mostró lo ágil que fue y que era y que sería con el teclado en tipografiar lo dictado por su jefe o dueño de una juguetería, donde encontró laborar por un tiempo. En la juguetería fue la secretaria más impecable con el teclado del computador que tendría el Señor Pablo en la fábrica de juguetes. Y laboró tanto cuando fue la secretaria de más confianza y fue la mano derecha y ambidextra también. El Señor Pablo, era el dueño de la fábrica de juguetes, donde Lioda labora como secretaria. Lioda una joven buena y de sentimientos buenos, sólo se llevó una manera de creer que en la secretaría tendría una forma de supervivencia. Iba y venía, pues, encontró en escribir a fondo una Lioda tan diferente, tan fría, pero, impecable. Cuando en la manera de vivir se creyó que sería muy rica, pues, laboraba tanto que dejó casi de existir. Sólo en el trabajo halló lo que nunca, un tiempo y un calor entre los recelos de poder vivir. Con el dinero hacía lo que quería, pues, para eso es que ella laboraba. Cuando en el frío se dió lo que más anhelaba un abrigo entre el teclado y escribe y escribe más y más. Era la señora del teclado y lo que le dictara el Señor Pablo, era tan impecable que no era ella misma, se decía ella. Y fue lo hóstil y lo más ágil en la manera de creer que el teclado era su compañero, su dueño y más, su cómplice en la escritura. Era tan impecable en que sólo el deseo fue su compañero de habitación, y su más testigo fiel de la agilidad de sus manos en el teclado frío. Lioda, era tan responsable con su labor, que ganó mucho y perdió poco, pues, su manera de ver y de creer en el ámbito sustancial de ser tan sólo una secretaria sólo le dió la magia en creer lo que sería después: la amante del Señor Pablo. Y el Señor Pablo, le dió una confianza extrema, pues, era ella la secretaria que él buscaba. Un joven, porque no era tan viejo tampoco, era muy apuesto, inteligente para los negocios y hábil para todo lo que requería la fábrica. Era tan eficiente en que sólo pretendía que la economía tomara un nuevo giro en cuanto a los negocios procedentes entre el extranjero y su nación. Y que los vínculos comerciales fueran de gran éxito. Sólo el Señor Pablo, sólo requería ser prudente, responsable y, por demás, muy astuto e inteligente. Cuando en el ámbito real, sólo logró en ser fuerte como la impecable Lioda, que acechó con devorar al teclado con su forma correcta en escribir. Cuando con el teclado era la más esencial y correcta forma de liberar el estrés. 

Lioda en el balcón de su casa tenía una maquinilla vieja, pues, por ende, en la actualización de saber que era vanguardista y hecha a la moda poseía un teclado de igual forma, pero, más tecnológico. Ella, Lioda, escribe tan correcto ni una mala corrección se debía de hacer, y todo porque era lo más hermoso para ella. En el balcón tenía un radio fm y am, y que poseía una tradición y era que en el balcón sólo escuchaba música de “rock”. Escucha el rock & roll, y no le basta escribir. Siempre soñó en ser la escritora de una novela o de algún drama en que sería la autora principal, cuando su obra sería acerca de un mal hechizo. Cuando el acometido en escribir sería lo principal para Lioda. Lioda, extrae de la gaveta un incienso y le enciende fuego y le da un aroma a vainilla al balcón donde ella más pasaba el rato y las horas. Lioda, no dejaba a su alma por el piso, si sólo quería en ser la secretaria más indeleble y más afable de la fábrica de juguetes. Cuando el Señor Pablo, identifica su relación con ella, Lioda, una más allá de la fría verdad. Y la realidad fue que el deseo iba más allá en poder escribir. Y pudo leer un libro, donde fue escrito por una escritora, la cual, ella se decía que era lo más majestuoso, poder escribir con la manera de ver las letras en el monitor. Lioda, era su nombre de pila, y era una mujer poco casual, era culto y más le encanta escribir y tipografiar.  La mente de ella iba a mil, cuando sólo le encanta escribir, cuando en el ocaso, sólo en el ocaso casi llega a su destino. E iba y venía cuando su camino era escribir y ser una secretaria muy responsable. El Señor Pablo, sólo le infundía calor, ella decía, cuando se le acercaba y todo porque le dictaba de tal manera que le producía más calor, por su forma de dictar las misivas negociantes. Cuando en un momento le roza sus manos con las de ella, pues, ella se sintió más que fuera del alcance, pues, como hostigada por el Señor Pablo, pues, ella no estaba acostumbrada a eso. Pero, lo único que pasó fue que ella lo confundió con un hostigamiento laboral, pero, no, sólo era amor y del más sincero amor. Cuando en el fondo de su alma, sólo quiso ver a los ojos del Señor PAblo que le destella amor y pasión. A ella, le sucedía lo mismo, pues, en el ocaso, sólo en el ocaso, cuando ella yá se marcha de sus horas laborables, se encuentra con el Señor Pablo, en el estacionamiento, un hombre tan apuesto y caballeroso, no podía decir que no, a la propuesta del Señor Pablo, y la invita hacia un restaurante a cenar. Ella, inocente y yá sintiendo el amor en el corazón, le acepta la invitación a salir con él. En el restaurante le toma la mano como sintiendo un amor muy profundo, pero, sólo quedó ahí, cenaron y se fueron, él muy caballerosamente le toma las manos al despedirse cuando la llevó, otra vez, al estacionamiento para que ella tomara su auto y se fuera para su casa. Ella, se vá para su casa, pues, pensando sólo lo que había pasado era un sueño tan imposible, pero, tan verdadero. Ella, queda pensativa, buscando una alternativa, buscando una salida, pero, no halló nada en su pensar. Era simplemente la secretaria del Señor Pablo. Y no podía ser más que eso, se decía ella. 

Aunque el matrimonio del Señor Pablo, se veía venir abajo, pues, la señora de Pablo, tenía un carácter muy fuerte y él, era un lobo disfrazado de oveja, porque después se torna pesada su alma, pero, el matrimonio se venía llegar su fin. Porque ni hacían yá el amor, ni dialogaban yá como antes. Si su relación se tornó en rutina y más sin hijos. Lioda, llega a la vida del Señor Pablo, para que la cambiara con tanta dulzura y con una eficaz responsable labor. Lioda, era la única que lo entiende, sus caprichos y más su locura por el amor pasional. Si Lioda, lo lleva por la ruta del amor, por el desenlace a vivir más y más, cuando en la ternura se disfrazaba de un tiempo feroz y tan atroz como poder amar a Lioda siendo la amante del Señor Pablo. Cuando en la mañana se dió lo que más a todo un sol nuevo en el mismo cielo. Cuando en el desierto, se hizo como era un mar antes con tanta frescura y por tanta bruma espesa que sólo nadaba en el tiempo. Pero, era ella, la secretaria impecable con el teclado al escribir. Cuando en el imperio de sus ojos, sólo halló lo que nunca, un deseo pasional, una caricia tan efímera, y unos besos tan febriles como tan absurda es la vida a veces. Pero, sólo ella quería en ser ¿la amante?, conformarse con eso y nada más, teniendo tanta vida y tantos hombres que darían por ella lo que el Señor Pablo no dió por ella. Si en el universo había tantas estrellas, que sólo ella querría ser una de ellas, tan inalcanzable como el cielo mismo. Pero, no, era ella, la que soslayaba en el tiempo, como un total frío en el mar desértico. Cuando en la manera de creer en el amor pasional y de amantes en atreverse a desafiar el mismo sol, si aunque no pudiera ser a ciencia cierta lo que se enredó allí, una relación en contra del dolor, en contra de la fidelidad y en contra de lo correcto. Cuando lo irreal y lo incorrecto llegó a las manos llenas de ansiedad, de caricias subrepticias, y de calor y de fiebre delirante. Cuando en el sol, se vió lo crudo del destino, o del camino cuando ocurre un mal y atrayente desenlace. Cuando ocurre en el capricho de ser la amante y de ser como la poca cosa del amor. Cuando en el camino se dió lo que más se electrizó, cuando en el corazón sólo se sentenció lo que conlleva una manera de ver y de creer en el desierto lleno de agua de un mar tan frío como el hielo. Y se cosechó la manera de creer que las puertas del amor se abrirán con el fruto de ese amor pasional y de amantes que se dió. Cuando en la manera de creer se dió lo súbito de una muerte más segura que en ser la amante del Señor Pablo. Cuando en el ámbito profesional, no le quedaba ni una gota de irresponsabilidad cuando su trabajo y lo impecable que fue con el teclado por escribirle al Señor Pablo sus cartas dictadas por él mismo y que Lioda tipografía en cada redención del buen gusto en saber que el trabajo era lo primordial. Cuando en el acecho de ver la mala ocasión en saber que el destino fue como será, Lioda, sería como el único amor pasional del Señor Pablo. Cuando en la mañana se vió como el cielo de azul y de nubes tan blancas como el algodón o como la misma piel. Pero, era el frío, que desnudó cuando en la piel sólo sentía el mismo frío, en contra del sabor más amargo dentro del saber. Cuando en la mañana se vió el sol, caer desde aquel ocaso, cuando llegó la esposa del Señor Pablo a la juguetería. Se conocieron, pues, en el trabajo imperaba la responsabilidad de sentir, lo suave del deseo de laborar con honestidad. Y siendo el mismo sol, se llenó de suave candor la misma piel. Cuando se amaron por primera vez, bajo el mismo sol, bajo las mismas caricias, y bajo la misma ansiedad en ser devorados por el amor. Cuando en pleno invento del amor se llenó de corajes para ser más la amante del Señor Pablo. Cuando el desierto cayó un mar único y bravío, perdido entre sus ojos de sol. Y se amaron como nunca, pues, se entregaron de tal manera que dejaron en el suelo las huellas de sudor y de los besos que se entregaron mutuamente. Dejando una suave caricia en el torso y en la espalda llena de emociones claras. Cuando de repente, una lágrima saltó por el rostro, porque ser solamente la amante sin medida , pero, con una pasión desbordante, sólo se llenó de tristeza mientras que él, el Señor Pablo, era y fue tan dichoso. Porque en el alma, sólo se dió una luz tan resplandeciente como el haber dado con el clavo. Cuando en la habitación se dió lo más contundente, de un sólo tiempo, cuando se amaron a toda plenitud. Con el fuego en la mirada, y las caricias pasionales candentes en que sólo unos amantes se ofrecen en menos tiempo, y todo porque los amantes se aman más, cuando menos tiempo existe. Cuando entre aquella habitación se dió un sólo porqué desnudando toda la verdad, pero, quedó una sola mala situación de que era la amante del Señor Pablo. Cuando en la alborada se ofreció lo que más, un sueño total, de haber sido amada por un hombre en que ella sintió lo que más a todo un deseo. Cuando en el instante se forzó en un amor tan imposible como lo fue el amor pasional que Lioda le entregó al Señor Pablo. 

Yá era otro día, en la oficina, sólo halló lo que más le atraía, su teclado, el cual, era como testigo y cómplice de su impecable talento. Cuando en la mañana, se ofreció en escribir lo que más anhelaba, en escribir las misivas del Señor Pablo hacia vínculos comerciales. Y se da de cuenta de una cosa, que el teclado era su mejor aliado, pues, en el computador le dió lo que más se electrificó, un teclado tan veloz, como el aire que rozaba en la misma piel. Si el teclado era para ella su mejor carta de presentación y su apoyo más letal, y su testigo y su cómplice, su mayor aliado, pues, su manera de escribir fue tan real, como el haber sido, la más talentosa en el teclado. Si Lioda, llegó a ser la más virtuosa en el teclado, le llamaban “la impecable”. Y sí, fue la más impecable de las secretarias, cuando en el ámbito se dió lo más fantástico y en el alma se volcó como lo más imposible, en creer que lo más real que se daba en lo más pernicioso del cruel evento, en poder escribir así. Y era ella, Lioda, la que en vez de darse golpes de pecho, por el mal cometido de haberse enamorado del Señor Pablo era la impecable, la que en el teclado era como una furia total, un deseo y un veloz viento, que le llevaba por el verdadero rumbo. Cuando en la alborada se fue como llegó el viento a acechar a sus frías manos entre aquel teclado. Cuando en el albergue de su pobre corazón, se fue por el mismo silencio en que se debatió lo inesperado, haber sido y ser la amante del Señor Pablo. 

Y en la oficina, entre aquellos juguetes, se enfrío el combate de ir y de venir, sí, entre esos papeles de oficina, venía y llegaba todo el amor, en que se daba entre los dos. Y Lioda, impecable, hermosa como el mismo cielo azul, o como el mismo paraíso, pues, su vida, sólo se debió de creer en el desierto frío, por aquella mirada y por aquel furor de aquella pasión que despierta a amor. Si se fue por el sueño y el ensueño, de creer en el amor y más en la pasión del alma ardiente. Ella, Lioda, era una mujer seria, con sueños y sin barreras, pues, su estancia fue y será el de laborar para servir de gran deseo y de ser un ejemplo para la humanidad y la humana verdad. Cuando en la mañana, se dió lo que más ella deseaba, en ser ¿la amante del Señor Pablo, nada más?, pues, no, ella quería y buscaba algo más, que en ser la otra. Burlada, avergonzada, y marginada, sería ella, si continuaba así. -“No”-. Se dijo en un grito ensordecedor. Que dejó a sus oídos llenos de angustias, dolor, y de temor, cuando en el alma se dió lo más ingrato. Cuando en el ambiente, se dió lo más pernicioso de una mentira, cuando en la alborada dió, lo que más, en un sustancial deseo, si en lo esencial de un deseo, un anhelo y un sueño, un deleite de esos que se atrevieron a desafiar, ocurrió en ella, en muy adentro de su propia alma, cuando en el silencio, se dió una paz, que le agradó. Cuando en el ámbito profesional se dió lo impecable de una estancia solitaria, y de unos papeles que llegaron a ser como el principal enlace entre ellos dos, entre el Señor Pablo y Lioda. Y Lioda, se hizo como el buen gusto, como el buen sabor, de manera que el existir se dió como el abrigo de un nuevo comienzo y todo para el Señor Pablo, al cual, -“amó como a todo rey de la buena creación”-, se decía ella, Lioda. Cuando en la mañana, se dió lo que más, una sanación entre los latidos del corazón, cuando amó al Señor Pablo. Y Lioda se sentía así, como toda princesa, pues, reina no era. La esposa del Señor Pablo, sólo se decía que el silencio la atemorizaba de espantos nocturnos cuando en el delirio se fraguó el deseo de ver el amor como uno imposible, pues, su manera de amar, sólo la llevó a una pasión delirante por el señor. Cuando por descifrar el amor, sólo la llevó lejos en poder sentir lo grande que era el amor para ella, para Lioda. Cuando en el albergue de un sólo coraje del corazón, se amó intensamente y tan ardientemente que casi lleva a su corazón a naufragar como un delirio y de un frío tan inerte, como poder descubrir amar con la misma característica del otro ser que ella sí, amaba. Cuando en el corazón sólo se sentía como un sólo invento en obtener el amor, como si fuera un desafío incoherente por sentir el amor sin sentido. Y era ella, Lioda, la que era impecable con el teclado, la que tenía el corazón destrozado y lleno de un amor tan clandestino como saber que era la amante del Señor Pablo. Cuando en el coraje de sentir, sólo le dejó una forma tan atrayente de percibir el amor en el corazón. Si era demasiado el dolor, que ella, por las noches, sólo ella, sentía. Cuando en el ingrato porvenir, sólo se debatía una soledad que le ahogaba más y más. Si el alma se llenaba de más soledad, cuando en la sola soledad se debatió de espera, y de una esperanza, la cual, se adentró más y más, en el combate de ir y de venir, esperando por el verdadero amor, y, ¿lo consiguió?, pues, si era la amante del Señor Pablo. Si Lioda, era la típica muchacha que era tan impecable con el teclado, que debatía una sola espera, como la esperanza, de creer en la sorpresa de querer amar a su propio destino, como a esas letras que palpaban sus dedos. Cuando en el amor, sólo se miraba como se mira al corazón lleno de pasión y de amor, pero, del buen amor. Cuando en el combate de pensar, sólo ella, Lioda, pensaba en su afán de sobrevivir sin que su esposa supiera de la cruel verdad, de que ella, Lioda, era la amante de su marido. Cuando en el ocaso se enfrío la forma de ver el cielo con un bello sol, cuando llegó la noche fría y densa, de esas en que se guarda un sólo tiempo. Cuando Lioda, se creó una furia insolvente, cuando fue la más impecable en el teclado, su talento fue como una enseñanza que ella aplicó en la práctica de sí se puede, cuando comenzó a laborar en la oficina de la juguetería del Señor Pablo. Pero, su único error, el corazón se enamoró, y de lo más imposible. Sólo Lioda, caminaba un sábado, cuando no trabajó, sólo ella pensaba y pensaba, para ella misma, que sólo una loca tortura torturaba su vida, pues, se le metió en la cama en la habitación al Señor Pablo, y el Señor Pablo, era nada más y nada más, el dueño donde ella laboraba. No podía ser más, que la amante del Señor Pablo. 

 

Continuará…………………………………………………………………………………………….