Ellie Woonlon

Poema de la prometida

El dulzor de la dorada miel,

y los fuegos artificiales que brillan,

titilan en corto circuito con mi ser,

e intento modelar la idea como arcilla. 

 

  Pues no sé si suave o delicado,

qué efusivo o si eriza la piel;

leo “beso” en el papel, acontece tierno diálogo,

y no sé, no sé al libro comprender. 

 

¿Se les hará agua la boca,

a ellos -los amantes- por conocer su nitidez?

No sé, no sé si el alias les apasiona,

como el aroma del mejor tentempié.

 

   El encanto de la mejilla apretada,

por despedirse o decir “hola”,

y el calorcito que a veces emana;

sé de ese casto beso común como norma.

 

No sé; no sé si por mi vida enana,

o lo asocial de mí en pasada historia;

no sé si soy yo, que un problema ata,

que ignoro a qué ha de saber esa gloria.

 

Mocito, de quien mi pensar se desvela;

no sé si cuando te conozca tú disculparas,

porque no sé si a veneno de hiedra, o al caramelo.

¡No sé, no sé a qué sabe un beso!