Alejandro José Diaz Valero

Plato de segunda mesa (Cuento)

 

Dios es tan grande, que para darle cabida en nuestros corazones debemos agrandarlo. (Alejandro Díaz)

 

 

Un perro estaba triste al saber que su vida dependía de un hueso, si,  de un hueso que alguien arrojaría de después de comerse el mejor bocado.

 

- Soy plato de segunda mesa, ese es mi destino; tristemente se lamentaba de su perruna suerte.

 

Hueso que después de mordido

Me resulta suculento

Alguien lo usó de alimento

Y luego me lo ha ofrecido.

 

 

Dios lo estaba mirando con mucho detenimiento, cómo sólo él sabe hacerlo, y entonces con mucha serenidad le dijo:

 

- Tu sabes quién soy yo?

         

- Claro, eres el  Ser Supremo, el  omnipotente Rey del Universo

 

- Pues fíjate, le contesto Dios - con un tono de voz muy bajo- A pesar de ser el Rey del Universo, como tú dices, a pesar de eso, soy como tú

 

-       - Como yo? Preguntó el pero con ademán de asombro, estás bromeando o lo haces solo    para que levante un poco mi autoestima

 

-       -  No en serio. Fíjate mi mayor gloria es ganarme el corazón de los seres humanos;  que me lleven presente en su alma  con alto sentido de amor y espiritualidad. Pero sabes? Casi nunca lo hacen, generalmente lo hacen después que han vivido una vida desordenada y se llenan de problemas hasta llegar al desespero, es allí cuando acuden a mi, después que han hecho y deshecho con su vida, vivida a su libre albedrío… ¿Entiendes? …¡Es allí cuándo me buscan! Sin embargo  yo,  con mi infinita misericordia y amor de padre,  los acepto y los perdono.

 

Dios sabe también esperar

nuestro sincero arrepentimiento

para podernos perdonar

y venir a nuestro encuentro.

 

Y el perro, al escuchar aquella divina confesión, llevó para siempre por todo el mundo,  el orgullo de ser un excelente comedor de huesos.