Gerardo Barbera

¡DIOS, CÓMO PASA EL TIEMPO!  

 

 

*

¡Dios, cómo pasa el tiempo,

cómo pasa!

Ya son más de veinte años.

“¡profesor!, ¡profesor!, ¡profesor!”.

A veces se me olvida mi nombre.

Toda una vida enseñando Filosofía,

¡toda una vida!

 

Y pensar que aún recuerdo

los primeros días:

el aula de clases,

 estudiantes del primer semestre ,

cincuenta y cinco alumnos.

A todos mis amigos

les hablaba siempre de lo mismo,

de mis clases,

de anécdotas,

de la filosofía.

 

**

¡Cuántas gotas de lluvia he visto caer!,

¡cuántas palabras!,

¡cuántos encuentros!,

¡cuántos exámenes corregidos!,

¡cuántos rostros!,

¡cuántas noches de silencio!,

¡cuántos sueños que se han ido!

Se van las nubes,

se va la tarde,

¡ahora son ancianos mis antiguos compañeros!

 

Los otros, ya están cansados,

¡cuántas tardes de café!

¡Cuántas flores recogidas!,

¡cuántas lluvias sin sol!,

¡aquí no hay placas “en honor a...”,

pero dejaron recuerdos!,

¡dejaron la vida, dejaron sus sueños!,

¡Dios, cómo pasa el tiempo, cómo pasa!

 

 

***

Ya mi caminar es pausado.

Estoy cansado,

como si la existencia fuese

una carga tan cotidiana.

A veces, la ventana es tan oscura,

me acuesto para no pensar en nada,

soñar que el tiempo no pasa

y que todo es nuevo.

¡Dios, estoy tan cansado!

Se van los amigos,

llega el invierno.

Mi esposa sabe que estoy cansado,

que vivo de recuerdos,

y me escucha;

yo hablo y hablo.

Ella me escucha,

hasta que llega la noche,

estoy cansado, me besa:

“Hasta mañana, deja de pelear,

te vas a enfermar”.