Sobre el viejo buró que yo le diera,
su retrato se mira muy sombrío;
cual si fuera la imagen del hastío
añorando su antigua primavera.
Fueron tiempos de dicha placentera,
do vivimos, de amor, fluyente río;
cuando en loco y candente desvarío,
de pasiones hicimos una hoguera.
Al mirarlo me quedo muy perplejo,
contemplando de ocaso duras huellas;
que me dicen que estoy llegando a viejo,
pues mis ojos carecen de centellas;
porque ahora tan solo soy reflejo
del galán que adoraban las doncellas.
Autor: Aníbal Rodríguez.