Eduh Siqueiros

La virginidad de tu alma

Tu dulzura abeja mía,
tu ternura melosamente, mi abeja reina,
en adicción me mantiene a ti, a tu cuerpo,
en el recinto de tu alma,
y aunque tú, siendo la reina
y yo sólo la obrera, te amo,
te amo de todas formas;
es más la elocuencia del silencio
cuando sin palabras te manifiesto todo
lo que siempre intento decirte,
cuando te veo,
cuando te toco cerrando los ojos,
te amo cada día más...
y aún si no hubiera una eternidad,
por vivirla contigo yo mismo la crearía;
intercambiando los roles,
tú en mí yo en ti, somos dos,
pero dejamos de serlo,
tú el huracán, yo la calma,
que siendo uno en ti me torno en agitación,
tú la inquietud, yo la paz
que viviendo en ti en caos voy atolondrándome;
tú fuego, yo agua o aire,
que introduciéndome en tus llamas,
me evaporo y alimento más la llamarada...
así, siendo los dos solo uno: uno solo.

 

¿El amor se hace?
mi sed de ti va más allá
de las relaciones en los convencionalismos,
-no aspiro tan sólo a las satisfacciones de la carne-,
deseo la virginidad de tu alma;
¿que es una imprudencia?,
dímelo tú, si no hubiese actuado
como acosador sin prudencia
jamás hubiera llegado a ti,
jamás sabrías de mí,
jamás sería lo que ahora soy:
el ser más feliz del mundo
con la complacencia en el embeleso
con mayor sutilidad y profundidad,
jamás hubiera podido
llamarte mi amor,
sentirte en mí, sentirme en ti;
nunca he manipulado tu cuerpo,
mas he besado y rozado tu aura...
por ello solo aspiro a lo posible:
a fundir nuestras esencias
para desflorar la virginidad de tu alma.

 

Los soles sobre nuestra cabeza mueren,
uno tras otro van cayendo
porque ya nada profieren nuestros sentidos
cuando es mucho lo que expresan,
pero las sondas en su conexión con el alma
drenan los temores, para que arribe la calma;
la lluvia de meteoros, si te beso, cesa,
el onirismo del orgasmo que brilla en nuestro cielo
espera nuestras excitaciones en su supra-naturaleza
mientras nuestras integridades
interpretan con tentáculos de terciopelo
una sinfonía en los armónicos de nuestras soledades,
nuestros actos extra-normalemente se manifiestan;
dos soledades que se toman de la mano
con laya de guerra imponentemente cual jerarca;
tenemos la pertinacia del equilibrista
en pleno acto, sobre la pista
de la obstinación del amor que asombra a la vacuidad de las butacas
en el foro donde se entretienen los buitres;
caminamos sobre la delgadez de un hilo
en el cosmos de la carpa para el espectáculo del amor,
confiados del cordel que bruñidamente nos conduce,
ningún bufón los pies nos zarpa
y soslayamos la largueza de los brazos del hado
que desde el abismo intenta derribarnos,
mas lo nuestro mutuamente es entrega, es consumación,
nuestros cuerpos en desnudez se cubren entre sí, hasta saciarnos;
las aureolas que circundan nuestros cráneos
se forman con el vapor de nuestros resoplos de fuego
y nuestra profesión de certidumbre es sin intrusos,
es entre dos, sobre las ascuas que salieron
de nuestros vientres en su candor,
porque así nos amamos, entre los hálitos que florecieron
sobre las llanuras de nuestros labios
por cada vez que emerge desde nuestras mejillas
una alborada en renovación aniquilando a los oprobios;
en este imperecedero hoy, donde el reloj estropeó sus manecillas,
unificamos nuestras cúspides hacia un atardecer que se eterniza,
dos ápices en uno, tú y yo, hombre y mujer,
tú mi amada yo tu amante,
que saciándonos vamos a nuestra
sed que no cesa.