Eduh Siqueiros

Ya no somos dos soledades

¿Crees mi bien, acaso que alguna vez
pueda yo dejar de amarte?, aunque me vaya,
jamás dejaré la adicción a tu naturaleza,
el mar de tus ojos es de cristal que mientras me refleje
en ellos podré matar al dragón de mi torpeza;
me sugieres: \"si algunos te preguntan por mí,
si algunos te dicen quién soy,
diles que soy tu amor, que estás en mí y yo en ti,
que estamos forjándonos de afecto
y que volamos en el jardín del ensueño
y que ahí nuestra ternura revuela
con las mariposas que a nuestro ímpetu besan\";
te confirmo, amor mío, eres solamente tú la persona
que dirige la sinfonía de mis interiores, oh ser de grandeza,
tan de alguien más y tan para mí, la persona con más libertad
y prohibición, que vive en mí...
que tomándonos de la mano ignotamente recorremos senderos,
jamás podría mentirte si lees mis pensamientos,
si vivo en los tuyos no puedes fingirme,
y esta irrealidad supera a la realidad misma,
porque abarcamos ya nuestra eternidad;
a pesar de mi defectos me aceptas una y otra vez,
a pesar de mi imperfección me amas constantemente,
que como yo, sólo puedo encumbrarte, mi amor, perpetuamente;
nos amamos, mi bien, por eso cantemos juntos
las expresiones que sublimemente de tu alma nacen:
\"dos trovadores somos, me dices, dos que sueñan y aman, con descontrol en la dimensión del alma,
tal como uno que adora en su pena y escribe de sus pesares
cantamos en el delirio del amor que soñamos y sentimos,
somos cual ángeles que viajan
en la dimensión del ser en su intangibilidad y exquisitez...
viajamos en la sublimidad de la ensoñación en su lirismo.

 

Camelándose está tu mañana,
en seducción por el acento
del alma que vira en éxtasis
hacia tu refugio de luna,
la luna desde hoy es un cuadro,
y los alcores de tu cuerpo
le dan forma ya en cada roce;
tu senos en serenidas resguardan
el secreto en su ternura que duerme,
-tan mío- que tu alma distingue;
siente el ave que es menester
desde su enramada con fragilidad
emitir fielmente una balada;
¿cómo llegaré a tu refugio,
donde encontraré el lenitivo
que se aproxima a la gracilidad de tu mañana?;
porque tu hálito es mi pitanza,
porque es tu aura mi alimento,
porque este idilio es buenaventura,
porque la timidez de mi alma
encuentra paz en tu lecho,
por eso es que de ti se embriaga
mi ser que está de ti sediento.

 

En mi piel impregnaste tu fragancia,
aroma que provenía de la flor
que en mi alma plantaste, mis mañanas duermen
eternamente en tu primavera, y ya no somos dos soledades,
sino sólo una, una soledad en acompañamiento;
si el astro que diurnamente ronda me hiere,
si mi corazón vive en la arritmia,
si el oro y diamante en las manos se vuelven nada,
si se desprenden las estructuras de mi cuerpo
y me aferro a la insustancialidad de mi memoria,
es porque en el cielo de mi alma permanece en la noche
y se humedece de llanto cuando no me dices nada,
cuando te siento alma mía, en silencio y callas todo,
cuando te percibo amor mío en el mutismo,
estando silenciosamente a mi lado y de pronto
en el silencio en pos de ti te palpo con mis manos;
entonces si el pensamiento me besas,
si me acaricias el alma, y el tiempo ya no es tiempo,
y el espacio se vuelve solamente éter,
en el cosmos de mi ser tus tratos refulgen
y forman constelaciones con mensajes de amor,
y el néctar de las comisuras de tu boca me embriagan,
dejando así, en las paredes de mi memoria marcas que se eternizan,
que luego recorren mi cuerpo entre las venas;
porque el amor es entrega sin esperar nada a cambio,
que yo, sin pedirte nada hoy, me entregas tanto,
que dejando de buscar, todo en ti lo he encontrado,
que dejando de pedir, todo me has entregado 
en cada vez;
porque el amor es así, si el amor está en consumación
y que si fuese un amor en naufragio, acaso
por aspirar a tanto antes de haberlo entregado.

 

¡Ay!, mi amada juega inocentemente en calma
y la observo cual ruiseñor en la distancia,
ansiando rozar sus cabellos y olfatear su perfume,
como le canto al viento en enamoramiento para que mi trino,
que avanza, bese a mi amada en su aura
y en sus pómulos de bienandanza;
-oh mujer, soy el ave que te venera, lo sabes bien,
y tú mi Reina, eres excelsamente la cortesana
de tratos que con apacibilidad a mi ser sin docilidad reconstruye-;
es que nada en este mundo puede calmar mis anhelos,
mis pensamientos quieren deslizarse en tu vientre,
mis manos evaporarse en el candor de tus pechos,
mis brazos aprisionar al hálito de tu espalda
y poder entre los muros de tu fertilidad despertar cuando llegue tu alborada;
te atravesaste por los visores de mi alma
y me consagré como tu amante y férvidamente te amo;
aunque no soy quien te juró amor a perpetuidad ante un altar,
es sagradamente tu voto habitar la celda de mi alma,
y aunque nunca volviera a tener tu proximidad,
mi ser te reconocería en la eternidad... como tu cónyuge;
como una sombra sigo tus rastros, plantaste una simiente
en mi cognición que florece todas las mañanas,
quiero retenerte en mi celda cual bandido,
que si el Eterno nos unió en el camino,
es porque consiente que podamos ser amantes.