He visto llorar el cielo
mirando tu lejanía
y siento que el alma mía
fenece de tanto anhelo.
Me cubren mantos de duelo
tratando no recordarte;
mas como podré olvidarte
si fuiste luz de mi vida
que aún se encuentra prendida
tan solo para adorarte.
Es cada día un calvario
tus sonrisas extrañando
y tu voz siempre escuchando
en los trinos del canario.
Hoy vivo cual presidiario
de dulce reminiscencia
que hace perder la conciencia
en las brumas del pasado
cuando vivía a tu lado
del amor su quinta esencia.
¿Dime tu niña preciosa,
de que manera podría
recuperar mi alegría
que fuera tan luminosa?
Eras tu la flor hermosa
con pétalo tibio y terso
que perfumó mi universo
con infinita ternura
y que fue la fuente pura
donde se abrevó mi verso.
Era espléndido el color
que tenían tus caricias
que ofrecían las delicias
de la pasión con ardor.
Por eso con gran fervor
yo deseo que regreses
y que de nuevo me dieses
ese encanto virginal
que fue regio vendaval
repleto de dulces mieses.
Entonces la eternidad
de soñar y de vivir
otra vez ha de lucir
su grandiosa majestad.
Terminará soledad
y otra vez el corazón
vibrará con la emoción
que ofrecerán tus amores
que vestidos de colores
serán mi gran bendición.
Autor: Aníbal Rodríguez.