Gabriel Espinoza

El caminante en paraguas

Allí va, como peregrino solitario,

tan lleno de agua y humedad,

sosteniendo su paraguas con la mano

y con la otra su humildad.

 

Despertando cada charco

con una pisada apresurada,

interrumpiendo a cada rato

la caída de una gota de agua

que se escurre como llanto

en una mejilla pronunciada.

 

Desde el cielo un círculo negro

que la lluvia ha de bañar,

desde lo profundo de su cuerpo

el frío le refresca al caminar.

 

Evitando el salpicar de los carros,

evitando mojar sus pies,

contemplando los pequeños pájaros

bañarse por doquier.

 

El cielo es plateado mate,

un horizonte cromado

sobre el verde de los árboles

que lucen frescos aún siendo de antaño.

 

todo es cristal, todo brilla y refleja,

la calle es un espejo donde me veo;

sin importar el estilo de mi chaqueta

la lluvia me toca ignorando de donde vengo.

 

Si todos somos polvo

entonces el viento me lleva,

el agua me moja sin enojo,

el sol llega y me quema.

 

Sin importar quién soy,

soy otro más de los que ya están,

sea si vengo o si voy

el cielo me observa sin parar;

aunque no sepa donde estoy

el mar estará en el mismo lugar.