Entonces una tarde, 
por no decir de noche
tuvo la elocuente idea 
que le convenía como castigo 
a ese fotógrafo. 
Ese que le quitaba el sueño,
que le hacía volar 
y que a pesar 
de los maravillosos momentos 
algo se había roto. 
Era una joven de aquellas 
que movían el piso a cada paso,
que sonreían y detenían el mundo
bajo ese lunar azulado.
Una mesa de aquel bar, 
sobre lo más privado del lugar,
y frente a ellos, 
ella era una llama andando
bajo el fuego de sus piernas.
Pintor  aquel que perdió la razón y la fuerza
y que por ella,
volvió con el tiempo mas control 
a sus emociones rotas.
Serio pintor pero fundido 
en su mundo de locura arrebatante,
aquel vivo problema de antaño,
no poder mirarla y ella, 
eso le satisfacía tanto como gran orgasmo.
Por otro lado.
El hijo del cantinero del bar 
no le quitó la mirada ,
durante toda la noche
se respiró fuego.
Humo y fuego
Entonces le invitó a la mesa,
y ahí se encontraban hablando de tantos temas
el pintor, el fotógrafo 
y el hijo del cantinero del bar.
Bea Ramírez
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