Elizabeth Chacon Stevens

PADRE QUERIDO,

 

PADRE QUERIDO,

Por, Rosa Elizabeth Chacón León/Elizabeth Chacon Stevens.

 

     Han pasado muchos años desde que tú partiste al luminoso firmamento para encontrarte con nuestro Padre Celestial y aún te recuerdo con el mismo amor y te reverencio en el silencio de mi vida, en el albor del tiempo, entre los tiempos de mi vida y en cada estación, como en primavera, te veo renacer como una hermosa flor y me embriagas con tus suaves aromas, con el colorido de tu amor, con la textura de tus delicados pétalos llenos de ternura y me deslumbras en éste agigantado tiempo de grandes y fuertes emociones.

     Porque fuiste mi cimiente de vida, me refuerzo en tus valores de honestidad para propiciar un ambiente de seguridad, credibilidad y confianza. Me enseñaste a respetar, reconocer, apreciar y a valorar los derechos y deberes de cada ser humano y, sobre todo, a escuchar ya que genera apoyo y solidaridad en el mundo en que vivimos. Me diste amor y me enseñaste a amar los valores fundamentales de cada ser humano y porque nos empuja a respetar la felicidad del otro, lo cual propicia un gran bienestar de armonía entre las personas. Me dejaste ser libre para que yo aprendiera a realizarme como persona de bien. Sin libertad somos coactados acondicionados a seguir reglas que nos ahogan y no nos dejan crecer libres y limitan nuestra realización personal y social, lo cual, nos torna represivos agresivos y dictadores. Aprendí de tu justicia, en tu carrera de policía, porque siempre buscabas el equilibrio entre el bien propio y el bien de los otros y ganaste muchos amigos en tu vida porque conjugaste la libertad individual, la igualdad y la interdependencia de cada ser de la comunidad.

     Sé que eras muy tolerante con nosotros, pero firme en tus decisiones y no doblegaste tu dignidad, ni la libertad ni la diversidad de nuestra familia ni de tus presos porque abrazaste sus opiniones, sus estilos de vida y sus creencias. Nos trataste, a todos tus hijos con equidad al igual que a todos los seres mientras reforzaste el respeto para con cada individuo sin importar su clase social, raza, sexo o religión. Al haber equidad, reinaba la paz y armonía en convivencia y evitaste que hubiera hostilidad y violencia que pudieran generar conflictos innecesarios. Porque eras honesto, propiciaste un ambiente de confianza entre nosotros. Al darnos seguridad y mostrarnos tu credibilidad pudimos construir una vida mejor sin engaños ni trampas. Eras una persona muy respetada y distinguida y, por lo tanto, muy responsable. Siempre cumpliste con tus compromisos y obligaciones ante tu familia y los demás. A través de tus actos, maduramos siendo responsables y con más ética.

     Con el verano, llegaron las oportunidades de tu vida. Fuiste muy feliz y tu felicidad nos contagiaba con gozo y alegría.  Pudiste viajar a muchas ciudades del Perú porque fuiste una persona emprendedora, ganadora y muy leal y siempre conservaste tu trabajo y las amistades. Tu lealtad era fidedigna y eras dueño de tu propia voluntad al actuar en beneficio de tu familia. Eras sensible ante las personas necesitadas y comprendiste que con empatía te hacía entender el dolor ajeno al ver sus miradas y gestos. Me conmueve hasta hoy saber que en el mundo en que viviste, te tenían mucho respeto y sentían mucha gratitud y te daban las gracias porque eras una persona muy benevolente con ellos; siempre te daban las gracias. Eras humilde de corazón y con humildad aceptaste tus defectos y los defectos de los otros para poderlos entender. Se que eras prudente, pero al final de tu vida te embarcaste en un viaje a tu tierra sin evaluar los riesgos que te causarían, estabas delicado de salud y por petición de tus sobrinos llegaste a viajar en un viaje sin retorno.

     Lamentablemente, como en otoño, tus hojas se fueron marchitando muy pronto y con el viento volaron lejos de tu destino. Tus pétalos fueron cayendo sobre la tierra para convertirse en tierra. Te fuiste lejos, a tu tierra en Chumuch, Celendín – Cajamarca y allí te quedaste para siempre.

     Y antes que cante un gallo, el invierno te rodeó con su manto de tristeza, con su negra neblina y te cubrió y tu vida se perdió en un abrir y cerrar de ojos. Te lloré incansablemente hasta que acepté mi verdad, la realidad en que todos mis hermanos quedarían sin el amparo de un padre amoroso, responsable, respetuoso, honesto, valiente, que por no ser prudente terminó germinando otras vidas en otras tierras desconocidas desde que nos dejaste a mí, a toda mi familia, mi madre, la reina de tu corazón y todos mis hermanos.

 

     Hoy que estás en el cielo azul y brillas entre las estrellas rodeado de ángeles y de Nuestro Padre Celestial, te envío un saludo por el Día de los Padres y pido a tu Dios que siempre nos cuides y nos protejas de cualquier ser que pueda tener malos instintos para con nosotros, o de cualquier problema a suscitar porque en este mundo nadie está libre de nada.

 

Padre querido, te amo, te amé y te seguiré amando.

 

¡¡¡Feliz Día del Padre!!!