Alexander Vortice

DESPUÉS DE UN ODIO COMÚN

El abrelatas en el suelo…

 

Nadie me ha dicho nunca que debiera agarrar

con mis manos rotas de aire estéril

una guadaña o un cuchillo

y conseguir que “los otros” hablen

con suma claridad.

Nadie me enseñó qué es lo que reside

después de un odio común;

lo cierto es que se me debilita la bilis,

el ansia de querer-poder-morder el sosiego;

nadie –repito- me ha dicho qué se esconde

tras el orificio que nos lleva

al Reino Celestial.