Genaro A. Cancino

Del Suicidio: Canto II

 

Del tiempo furibundo
y sus sacerdotes


Pero hace tanta soledad que las palabras se suicidan

Alejandra Pizarnik

 

 

 

El tiempo que espera
nada perdona,
sus manecillas son
como navajas afiladas
que laceran mi espalda;
su aliento es furibundo,
su aliento es furibundo.

Colapso en camino con él
tras los plateados brazos
que abren mi piel
de par-en-par.
El tiempo es vil, el tiempo es cruel
y sus números, los sacerdotes
que cantan mi Réquiem.

Su embelesadora voz
perturba cada nervio de mi cuerpo;
y yo, caigo en rojo sueño
arrullado por su ronronear.