Yehudi Collas

PETISO

P E T I S O

 

I

 

Cómo estamos deplorando

que se acaba tu tiempo, siglo XX,

y que en tu alforja vas cargando

una marginada historia

de vergonzoso oprobio secular

 

Esta historia, vil afrenta, nos asevera

que las flores de la aurora

apagan sus colores

porque en las calles y en las plazas

hay niños abandonados

sin nombre y sin hogar.

 

Tu tiempo se acaba, siglo XX,

y te vas dejando frescas las huellas

de los piecitos descalzos,

de las miradas tristes, desconsoladas,

de aquellos niños que deambulan por la ciudad.

 

II

 

PETISO, tú también naciste

sin nombre y sin hogar,

no terminaba de tejer sus pétalos la aurora

cuando súbitamente te encontraste

débil, solo e indefenso

en la marejada del monstruo urbano,

en pleno siglo XX.

Tus compañeritos de la calle

te pusieron por nombre PETISO

y las primeras luces de la aurora

preguntaban por una Pascua de Navidad

para registrar tu nacimiento.

 

Te enrolaste valiente y jubiloso

al gremio informal de los chiquillos de la calle,

es que tú también eras la misma célula,

la misma pulpa que prodiga la tierra

 y aún huérfano de posibilidades

quisiste descifrar la palabra:  alegría.

 

Pero una noche de invierno, la más negra noche,

inconsciencias de esas que pululan agazapadas

en la civilización electrificada

 te conectaron con la muerte, PETISO...

No bien acomodabas tu cuerpecito en tu refugio,

la casamata del sistema eléctrico

de la Plaza San Martín,

cuando rozaste el cable del sistema eléctrico

que dejaron sin el aislante

y..., y te quedaste dormido, ya sin retorno, PETISO.

 

Así acabaron ahogando

tu apego fiel a la vida,

así todavía se convencieron de que nunca tuviste

a alguien que te haya comprado la mejor ropita,

los zapatitos a tu medida

o que te haya brindado el desayuno de pan y leche

y te haya matriculado en la escuelita fiscal...

así se convencieron de que nunca tuviste

a alguien que te infundiera su alma protectora

para que tú también representes el alma del mundo...

 

III

 

PETISO, muchos hermanitos tuyos

están muriendo a pausas inclementes

en las calles y en las plazas...

Es que el frío de las noches penetra

abriendo grietas en sus cuerpecitos blandos...

eso tú también lo pasaste, ¿verdad PETISO...?

y el ardor del hambre carcome

sus estómagos perforándolos...

eso también tú lo sufriste ¿verdad PETISO...?

Pero lo que no llegaste a comprender

de esos métodos de exterminio adelantado, PETISO,

son los egoísmos ciegos del explotador,

las urgencias de confort del poderoso,

las extravagancias de faraones motorizados,

el poder económico blindado decretando

técnicas de manejo a las conciencias...

 

No llegaste a juzgar, PETISO,

que un sistema demencial siglo XX

está absorbiendo la vida humana

desde cuando se es niño

y aun desde antes que se nazca,

mientras que tenebrosos intereses políticos

siguen conspirando hasta con bulas papales

autorizaciones para seguir fabricando

las bombas nucleares...

 

Nada de esto llegaste a entender, PETISO,

pero tu mirada triste y tierna

viendo expirar sus flores de la aurora

nos dice que a cada instante te están matando

crucificado por la indiferencia y la crueldad.

Todos los torrentes de lágrimas

de todos los que lloran y condenan la injusticia,

no bastarán para redimir este cadalso

de tus hermanitos de la calle

ni lo que hicieron contigo, PETISO.

 

Son testigos de esta barbarie

la casamata electrizada de la plaza San Martín

donde te refugiabas del invierno de Lima,

el siglo XX y su alforja escondiendo

una vergonzosa historia,

las máquinas computadoras

registrando a cero las estadísticas

de la mortandad social y del remordimiento,

los directores de conciencias

que te consagran de bienaventuranzas

y silencian todo el horror del siglo XX.

 

IV

 

Matronas piadosas de la sociedad

se convencieron, PETISO, de que nunca tuviste

a alguien que te infundiera su alma protectora

para que tú también representes el alma del mundo.

Aquellas damas se bañaron de conmiseración piadosa,

Se perfumaron con un elixir de olor a caridad,

reunieron a tus compañeritos de la calle

y con ellos, entre discursos y \"meas culpas\"

 fundaron \"La Casa de los Petizos\"

 

Pero nada redime que tú, siglo XX,  

sigues siendo tiempo de desborde de lujos

y derroche de inconsciencias

mientras permanece un sub mundo vergonzoso en las urbes

donde innumerables refugios

hacen sobrevivir peligrosamente a innumerables niños sin amparo...

 

Siglo XX: Te vas dejando a la orfandad acurrucada

en el frío cemento de la ciudad,

la esperanza diluyéndose en campanadas

que repican sólo a vísperas descompaginadas...

se acaba tu tiempo, siglo XX,

cedes la medida convencional

un tercer milenio

y te vas dejando regados a los niños del Pueblo

por las calles y las plazas,

sin nombre y sin hogar.