Brom Beto

BAJA MAREA

 

 

 

Un respetable cangrejo detuvo su marcha, inspeccionó el terreno, nadie lo molestaría

Comenzó la excavación.

El primer granito de arena fue depositado a unos centímetros, y uno a uno los siguientes elevaron el montículo. A cada entrada, introducía más y más su caparazón. La labor debía terminarla lo antes posible, era una carrera contra la naturaleza.

Su experiencia fue en su ayuda; trató de excavar el túnel no muy profundo, casi a unos pocos centímetros de la superficie, de esta forma, avanzaría con mayor rapidez.

En dos de sus patas traseras izquierdas, sostenía el botín: un trozo de alga fresca, sin duda un verdadero festín.

Según sus cálculos quedaba poco tiempo; apresuró el ritmo, no resultó fácil correr una piedra que le obstruía el paso. Alcanzó a llegar al fondo y... todo obscureció. La marea subió.

Tuvo suerte, él y su tesoro a salvo.

Esperó unos segundos; debería apresurarse, llegar a la superficie y correr hacia las piedras, allí su familia lo aguardaba. El alimento era indispensable.

Algo interrumpió su ascensión. Era urgente salir, las aguas volverían. No pudo. Probó suerte unos centímetros más lejos, vio luz, lo logró. Un tronco, traído por el mar, había decidido tapar su orificio de escape, lo esquivó y salió.

Sus antenas entraron en funcionamiento, indicaron el rumbo y hacia allí emprendió la carrera.

Varios intrusos pendencieros trataron de arrebatar la mercancía. Les hizo frente, demostrando su firme decisión de protegerla.

Unos metros más llegaría a su madriguera; los pequeños, casi transparentes, saltaron de alegría y fueron a su encuentro.

 

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