LEAVILO

Mis lágrimas - Parte II

Cuánto daño ella hacía, sin querer dañar se atrevía,

a generar miedo en una pequeña niña.

 

Pobre niña, con esa cabecita llena de mentiras,

estabas sola y sobrecogida tanto que al cielo le pedías,

estar allá arriba.

 

Mamá estaba lejos, trabajando noche y día,

para tenerte con ella por el resto de los días.

 

Pero tú no entendías querida niña,

tanta falta ella te hacía y nadie sabía cuánto te dolía.

 

Ahora entiendes mi querida, que esas lágrimas eran tus amigas,

te ayudaban a soltar todo lo que el cuerpo no resistía.

 

Mis lágrimas, queridas mías eran el regalo que yo quería,

me acompañaron por el resto de los días

a sacar de adentro lo que no veía.

 

Ahora mis queridas amigas no saben cuánto las aprecio por aferrarme a la vida,

aparecen en el preciso momento que las necesito,

para ayudarme a ver de lejos el solecito.

 

Mis lágrimas, pequeñas agridulces,

me han enseñado a soltar de a pocos

aquello que el corazón a roto.