Alonso Moraga

Memoria de la Infancia

El olor de las blancas rosas
impregnando el aire en el pequeño jardín;
corría rumor distante de hermosas
plegarias en un amanecer sin fin.


Vagando por el patio viejo,
como solitario campesino,
o viendo, en el enorme espejo,
los ojos radiantes del destino.


“—¿Qué hora,
Señora,
tenéis en tu clepsidra dorada?
¿Qué aroma armonioso,
cálido y hermoso,
tenéis en tu morada?
—¡No corras, dulce niño,
¿qué no veis que mi cariño,
que es entero
para vos,
te lo entrego, compañero,
en la armonía de mi voz?”


El aroma de los rosales,
impregnados del ayer,
son susurros espirituales…
que nunca dejan de volver.