Kinmaya

El Conjuro de unos Besos Rotos

Aquella noche, dejó escapar definitivamente aquel sentimiento que atormentaba su existencia cada vez que pasaba por aquel antiguo espejo. Se detuvo, y decidido, dejo que su mirada se lo llevara, ya que era lo único que podían ver sus ojos. Lo llevaron a un extraño aposento perdido en aquella sombra que bailaba entre dos luces sin parar.

Su mirar se agitó, recupero la calma, y quiso saber de dónde venía. Con la poca luz que quedaba en su candelabro, un soplo misterioso se lo apagó en el medio de la noche.

Un rayo de luna que ingreso por la ventana ilumino de pronto aquel enorme espejo, y un cordón de luz plateado, se adentró como una serpenteante víbora hacia el fondo del espejo.

Se escuchó en toda la habitación un conjuro de veloces gemidos, con un eco que curvo el espejo, y allí estaban; los despojos de dos almas vacías, inertes en aquella habitación apasionada, donde yacían junto a unos besos rotos.

No había rastros de tormentos, pero la cama parecía ostentar de un halo de misterio extraño, solo las almohadas mostraban algunos sueños perdidos en una sensual letanía, sábanas rojas yacían dormidas por siglos, estaban atrapadas por una promesa.

Luego de aquel gemido, un silencio sepulcral invadió el aposento llevándose el polvo de sus huesos, dejando dos almas desnudas; ambos se miraron, avanzaron lentamente hacia el espejo, e ingresaron en los despojos de sus almas vacías, las almohadas se llenaron de nuevos sueños, y aquellos besos rotos por una inmensa pasión, se quedaron nuevamente dormidos, bajo la luz de aquel rayo de luna, hechizados por el conjuro de unos besos rotos.