Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - Las Amarras del Corazón - Parte VII~**

Y John asustado y enfermo, con sudores extremos y fiebre alta, pues, las remanencias de ésta pócima, sólo se debatió en un sólo anhelo, y amor en amar a Ellence, si él se había enamorado de ella, por crear esas pócimas con la más inteligencia exacta y con la virtud que siempre le caracterizaba. Pero, ella no lo sabía, no lo podía ni tan siquiera imaginar. Él, John, se encontraba demacrado, inconsciente, y sin saber que el destino es como si fuera un reloj sin manecillas. Sudó con extrema fiebre, lo que nunca a las amarras del corazón. Cuando en el ambiente se dió, lo que más se instruyó de que las amarras del corazón, se dieron como saber de que el instante se dió más como el acecho de que las amarras del corazón, atrapan y enredan más y más lo que el instante de que el suburbio se diera como el mismo latente y eficaz desenlace. Cuando en la furia se dió como la fiebre en el mismo cuerpo, cuando en el destino se da como el jactar la vida misma. Cuando en la fiebre deliró lo que nunca: a las amarras del corazón y latiendo fuertemente, como el mismo instante en que se debate el más delirante de lo que más se dió en el coraje de amar. Cuando en la triste situación, se enredó el fingir de la manera más vil de las maneras y formas de amar. Y eran las amarras del corazón, cuando por razón se tornaron más inseguras, y, atrapando lo que nunca. Cuando por enredo quedó la manera de amar entre las amarras del corazón, subiendo por la piel y sabiendo que el destino es infiel como el instante en que se diera la confianza en que se debiera la tristeza en el alma, y en el cuerpo una destreza en que se convierte el deseo, en saber que las amarras del corazón se debaten entre la misma razón, entre el mismo corazón y entre el mismo coraje de amar en que se diera un solo corazón. Cuando en el amor quedó como el mismo corazón, y en la misma situación en que se río el destino y el camino de triste sensibilidad. Y con dolores extremos, sólo se sentía ansioso, pernicioso, desolado, y abrumado, perdido entre los escombros del maldito dolor que él sentía en su cuerpo y más en su sangre. Se entregó en cuerpo y alma, a hacer que el deseo se convirtiera en que el dolor es pasajero como la vida misma que pasa y que viene y vá,y así se puede marchar de tu lado y del resto de tu vida. Sólo el horizonte, se viste de claridad cuando por fin John, vé el cielo abierto, con el dolor de la pócima que había tomado y que lo había puesto en el hospital y, del cuál, había salido, gracias a su mejoría. No se sabe a ciencia cierta si la pócima reaccionó de la manera química posible en que se había hecho conferido. Hasta que John la probó entre sus mágicos labios de príncipe sin enamorar. Y se llevó a acabo que la pócima le había sacudido hasta el alma. Y que su alma la había perdido sí, por jugar un juego con Ellence y Joseph y haber caído en tan bajo recurso. Sólo soltó una carcajada, la cuál, se la tragó con saliva porque casi se ahoga con su propia salida. Se electrizó el combate de ir y de venir, de saber que la pócima no poseía el ingrediente perfecto que enamoraría supuestamente a John de Ellence. Pero, ¿qué cosa mágica?, la pócima era para John, se enferma John, pero, dice que los diarios y los periódicos, que muere Ellence por un mal químico que le añadió a su pócima en saber que el destino es así, y los diarios se llenaron de comidilla social, de aventura y de desventura comercial, se vendió en todo los comercios la pócima de Ellence y todos o casi todos tan enamorados de Ellence, por haber creado esa pócima, que supuestamente enamoraría a John, pero, lo que hizo fue que todos los hombres de enamoraran de ella, y es entonces que Ellence muere de amor. Y sin pensar más nada, la pócima la creó ella, Ellence, y para ella, sin poder saber del gravísimo error y tan erróneo que corría, por delante de él mismo, cuando en el amanecer llovió insistentemente, y persistentemente, y hasta copiosamente, en la calle, y alrededor de la calle, donde Ellence creaba pócima desde su laboratorio más efímero y todo para hacer que parajes disfuncionales se enamoraran y del todo. 

 

Y John, con ese dolor amargo entre las entrañas más incongruentes de la vida misma, más ignorantes de la ciencia, y más de una química trascendental y sustancial. Sólo se debatió la espera de espera algo inesperado. Y era el amor, otra vez, y de su eterno amor. Así, tomando el delirio de amar y de nuevo percibir lo acometido, en contra de la voluntad ajena en que se sintió el deseo de tomar el brebaje y de saber si se enamoraría verdaderamente de Ellence, pero, aunque no fue así, porque Ellence se había muerto por haber tomada tantas pócimas en vez de esperar a que el destino se enamorara ella, lo que hizo fue precipitar el instante y el momento, para que su enamorado John, le diera y le entregara su corazón tan enamorado de ella. Debatiendo la situación en un mejor mañana, sin miras de salvaguardar el éxito o el fracaso de la pócima. Y Ellence, yá había logrado lo que nunca ser una científica con clase e inteligencia, pero, así no se crea una pócima, sino con astucia, (aunque ella tenía astucia)  y abandono de la suerte y saber que podía tener éxito como el maldito fracaso. Se sintió exageradamente inusual, en contra del brebaje, y de la pócima, de Ellence y de John. Porque simplemente la había elaborado y creado para algo normal y sobrenatural en que la pócima fuera algo que realmente fuera de un éxito, pero, no fue así, fue todo lo contrario. 



Continuará…………………………………………………………………………………..