Diego Nicolás García Contreras

ace

Comprendo el silbido amargo que acampa en mi cabeza
que me deja despojado de sol
Cujen las tablas de mi azotea
el piso de se mueve inquieto 
y soy un bebé comiendo un pedazo de madera
tengo en mi boca acerrín
y lloro
lloro porque te quiero a mi lado
lloro sin verte bailarme, conectando tu corazón al mío.
Hoy no tengo coraza, solo el frío penetra cualquiera de mis percepciones
soy un niño
que necesita de ti, de tu alimento caliente al anochecer,
sobre todo al anochecer, 
cuando las sombra me invaden ensombreciéndo mis virtudes
opacando mis lugares amenos,
he aprendido beber del sol
pero en las noche se aloja en mi la tristeza
los frescos claroscuros se amparan en mis pesadillas
y no tengo retorno,
hoy podría perder mi respiración
cada vez más hundido en el charcho
y al despertar, nadie se da cuenta de que estuve toda la noche secándo mi ropa,
desnudo, tapado con una muralla
metiéndo los pies en las cenizas
todo cagado, al bosque a punto de entregarme,
al volver la luz, me da la esperanza de establecer allí mi morada,
hasta que el vino me golpea y muestra la verdad de la vereda,
la injusticia jerarquizada en cada pasto
cerca de cada ciudad colgado un cuadro,
almacenadas las esperanzas con el tiempo contado.