Eduh Siqueiros

Imposible no amarte

Gradualmente avanzas ángel, tu belleza
alumbra en el sendero donde tus destellos dejas
y en cada recorrido tu alma con limpidez muestras;
ese ser que dignamente buscando va a tu estela
sigue rastros, a tus fulgores persigue;
ahora, astro, dile tus impulsos, sublimemente 
revélale tus dolencias para que mitigue
cada embate de aquel dragón que contra ti se revela,
un amor sin falsedad ciertamente te mereces,
el corazón de un caballero que libra combates,
aquel que en tu aposento te pague en demasía
el tiempo de esa tu espera donde te hallas;
un amor con sinceridad es quien tendrá el premio
de recibir de tu corazón los «te amo»,
esos que guardados tienes como un trofeo,
para el único guardián que protegerá
cada anhelo que nace de tu pasión que se desborda;
han de recorrer juntos reinos tras reinos, inseparables,
unidos con la bendición del sello del amor,
tu serás su dueña y él será tu amo,
compartiendo juntos la misma euforia,
disfrutarán la belleza de momentos adorándose
y se consagrarán amantes con el impulso
de sus almas en plenitud por el regodeo en los cielos,
él dormirá en tu alma en un sueño de bendición 
y tú, en su alma fielmente forjarás tu nido.


Capturaste la libertad de mis sentidos,
bajo el sortilegio en la delicadeza de tu dermis,
la magia en tu mirada me enloquece
y la pasión sin límites que en mí aumenta
obedece al hechizo de tus cabellos en su lindura,
la blancura de tu sonrisa que se forjó de marfil
produce estragos que le agradan a mis pulsaciones
y por cada uno de tus fulgores, sagradamente,
cautivo dejas a mi corazón en su timidez;
preso en tu cuerpo, tu tiempo y tu suelo
aspiro a embelesarme despacio, despacio...
busco probar tus delicias lento, lento,
empero, el precio a pagar por este frenesí
es hallarte ahora en lontananza, con inaccesibilidad y prohibición;
reconozco mi futilidad, mi laya de indignidad,
grotescamente me hallo, ¿cómo tenerte por merecida?,
y solamente me quedo en mi lecho,
envidiando la dicha que agraciadamente aquel merecedor
de todos y cada uno de tus primores recibe
y a mí me queda fingir tu proximidad con los vientos,
en cada céfiro simular tus caricias con su gracilidad,
en cada flor evocar al aroma de tu ser,
en las nubes formar tu rostro de mujer
y saborear desde la miel todas tus delicias;
buenaventura al caballero cuyas manos
bajo las hiedras de tu frente puedan pasearse;
dicha al varón cuyos labios cómodamente reposan
sin prisas durmiéndose sobre tus planicies
y en la comisura de tu manantial de carmín
él puede probar el néctar que de ti emana;
con vileza me encuentro para hacer una irrupción
en tu mundo que tornas en maravillas
-con la magia que naturalmente en ti se halla-,
imposible es para mí arrebatarte de tu mundo
para incrustarte en mi mundo con su infamia,
por eso crear un mundo más es la clave,
un mundo donde mi voz displicentemente enmudezca
para escuchar todo lo que me dicen tus ojos,
un lugar donde mato a la irascibilidad de mi humor 
para que reine el primor de tu excelsitud
en el que se fundan todos mis apetitos,
lugar de magia donde quizas te secuestre sin permiso,
con tu disponibilidad para mí, toda tú, entera, completa
y sin restricciones, solos tú y yo en tal paraíso,
-con un amor diáfano- como aprendices del amor.


Tu consistencia de ángel justifica a mis atrevimientos
en mi admiración por ti con todo mi ímpetu,
la pureza en tus pensamientos encumbro,
eres la luz para todas mis horas de oscurantismo;
¿es afecto, adoración, cariño o amor?,
¿qué diré?, no logro describir el decoro
que encuentro en cada una de tus dádivas;
eres el ángel que me colma de bendiciones,
y me resulta imposible no amarte,
sin embargo no te pido a cambio nada,
que a mí me ha bastado ya con recibirte
de la forma en que te percibí mágicamente;
esfuma, mujer, tus temores y tus alas
extiéndelas ya para refugiarme en ti;
liberaste a mi alma de su claustro
y sanaste -en mi corazón- las laceraciones,
ahuyentaste de mi mente las angustias,
ahora dime: ¿qué más puedo pedirte?,
nada, nada… y cuando pretendas irte
ten por seguro que no voy a detenerte;
no tengas miedo, que nada te pido,
dame sólo lo que decidas entregarme,
no tienes que corresponderme, ni que amarme,
que a mí ya me permitiste hallarte
y también en secreto amar tu alma me dejaste,
y ahora se bien que tras la muerte
-en la eternidad- voy a reencontrarte
y ahí perennemente voy a besarte.


Será difícil vivir tras distanciarnos después de todo,
luego de haber vivido con las ansias de nuestra proximidad
permaneciendo unidos en todas las horas de cada día,
y ahora tener que alejarnos… bueno, si ya no hay nada,
que más da el seguir cada quien los designios de la vida;
recordaré tu aliento que tantas veces me embriagó
y los ratos de eternidad cuando en mis labios
permanecías inmóvilmente inundando a tu alma, con la convicción
de que amándonos el mundo nada importaba,
tengo por seguro que imposible será el olvidar
después de experimentar juntos todo lo vivido,
las huellas en mi piel que dejó tu piel al erizase aún están
y así permanecerán, serán tatuajes hasta mi muerte,
mas si después de todo, mujer, ya no podré hallarte,
sé que tus huellas en mi alma permanecerán
ahí eternamente, y el sabor de tus labios también,
que aún reprimiendo tú tus besos me benefician,
encenderás por siempre el descrédito de mis oscuridades,
que el fuego que abrasadoramente emana desde tus entrañas
no cesará de dar calor a mis días en el devenir,
y también sé que ahora al distanciarme ya me añoras
y que para mí te tornarás en noches de mil estrellas
iluminando a mi cielo durante todas las eventualidades;
tendremos que disimular los sentimientos
que entre ambos hemos forjado por amor
y de nuestro enamoramiento quedarán destellos
que nos recordarán el embeleso y la candidez
de cada entrega que apasionadamente nos concedimos
por cada vez que al cielo juntos llegamos
y así, de la gloria, pudimos probar la divinidad;
no podemos ser solo amigos, que amantes tiernamente
hemos sido y ahora seremos amantes eternos.