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JARDÍN DE POESÍA

Mi primavera, radiante primavera,

aún confinada. Intangibles barreras.

 

Como cada mañana, me paseo

por mi pequeño gran jardín;

me acompaña el sol creciente,

la frescura del día perezoso,

y la serena claridad de mi persona

envuelta en acogedor, fiel silencio.

 

Observo el pequeño naranjo,

apenas restan unas efímeras flores

que acaricia suavemente mi nariz,

azahar nutriente y penetrante;

pocas flores y muchos frutos ya,

diminutas bolas colmadas de vida.

 

Es primavera, cuesta verla encerrada

y arrebatada. Primavera cautiva.

 

Admiro el elegante magnolio,

tan solo una flor, pero es la reina:

blanca, enorme, esbelta, bella;

sus hojas lucen mascarilla de cera.

Enfrente, el ornamental cerezo,

perdió ya su elegante vestido rosa,

a su lado, sombra fresca de la morera.

La buganvilla extiende su ropaje,

la valla se cubre con nuevo traje.

 

Levanto la vista y saludo al ciprés,

la brisa mece su copa y corresponde;

a sus pies, el tomillo me espera,

acaricio su aroma con mis manos

y suavemente inundo mi cara.

Silente, nos mira la araucaria,

atalaya vigilante, torre de vastas alas.

La sonrisa amarilla de la retama,

testigo cómplice con su mirada.

 

Mi primavera, algo más relajada

sueña y vuela. Hondamente respira.

 

Recojo el perfume de la hiniesta

y sigo serenamente mi camino:

el viejo olivo, gruesos dedos retorcidos,

con mano abierta clamando al cielo,

con ganas de vivir, con ganas de parir;

el pequeño limonero enfermo que mimo,

el sendero de menta, marialuisa y salvia

hacia el rosal que luce rosas de amor,

me acerco al rojo terciopelo y las huelo,

cierro los ojos, se eleva mi mente y vuelo.

 

Prosigo el lento recorrido alentado,

dejo atrás los cactus espinados,

sufridas y bellas tinajas de agua;

me acerco al pino que rebosa vida,

piñón convertido en árbol desbordado.

Mi olfato me guía hasta la ufana melia,

flores del paraíso de mi pequeño edén.

Acabo junto a la casi desnuda jacaranda,

recibe a los visitantes de la morada

y lentamente se viste de azul violeta.

Y entro en casa con el alma alimentada,

y desayuno; mi cuerpo ya tiene gana.

 

Esperanzada, libera sus esencias

la primavera. Intensa vehemencia.

 

16 mayo 2020

Pau  Fleta