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Todos somos artistas

Cuando apenas respiramos,

el Creador nos tendió un lienzo;

tan blanco y delicado,

enmarcado del maternal afecto.

 

Ya en la infancia, muchas sonrisas se dibujan.

Se tiñen garabatos, 

acompañados de columpios, juguetes y paisajes.

Algunos paños, aunque menos coloridos,

develan las sombras de pequeñas manos,

que no conocieron pinceles.

Otros tímidos esbozos se hicieron

durante inefables días, acompañados del silencio.

 

La adolescencia dibuja atardeceres con los amigos,

con los bolsillos rotos,

y con los primeros amores,

que muchas veces imborrables tintas impregnarían.

Mientras prematuros adultos a diario madrugan

para hacerse de sus propias tintas,

un amanecer va despertando.

 

Llega el momento cuando sobrios murales se muestran,

otros no tanto.

Unas obras se robaron las miradas,

mientras que alguien se robó un cuadro ajeno.

Otros empezaron a pintar en telas nuevas...

 

Al final ciertos cuadros fueron a parar al museo,

otros siguen transcendiendo como herencia,

y algunos otros,

olvidados se decoloraron.