Al roble viejo, herido por un rayo
latente (así es conocido)
de una tormenta hostil, en pleno mayo,
la combustión interna lo ha vencido.
Al roble centenario, suerte indigna,
nadie pudo evitarle el sufrimiento,
ni San Pedro, que, anclado en su hornacina,
quizá no estaba al tanto del evento,
enfermo por el virus o durmiendo,
a cien metros del roble centenario,
al que un fuego interior fue consumiendo,
talmente cual si fuera un incensario.
Por este virus, de maldita estampa,
no podremos quizá ir en romería,
a bailar el zortziko en esa campa
que este roble hoy quemado presidía,
el día de San Pedro, el veintinueve
de junio, bien lo sabe el calendario;
la fecha, en cualquier caso, no se mueve.
Lloramos por el roble centenario,
cuyos recuerdos ha quemado el fuego:
los txistularis que a su pie entonaban*
zortzikos que bailaban los del pueblo,
mientras que por la campa circulaban.
Se trata de un histórico lugar:
la inscripción sobre el dintel de la ermita
narra un hecho de alcance singular,
que una bula papal autentifica.
El año setecientos diecisiete,
un tal Gartzia Ximenez, ameskoarra,
aquí electo y ungido fue rey de este
pueblo vascón, origen de Navarra.
A media legua escasa de la ermita,
por mi Urdiain y mi Altsasu compartida,
se alzó la fortaleza de Irurita,
más tarde por Castila destruída.
Quiero tener la suerte de Machado
y encontrar una rama verdecida
de este roble que un rayo ha fulminado,
cuya vida aún no damos por perdida.
El alcalde del pueblo, mi tocayo
Javier Ollo, hombre sosegado y noble
que se hará lo posible, ha asegurado,
porque siga existiendo el viejo roble,
que, tras ser alcanzado por un rayo,
del todo inmerecido,
de una tormenta hostil, en pleno mayo,
la combustión interna lo ha vencido.
© Xabier Abando, 12/05/2020
(*) Una de las danzas, en música de cámara
https://youtu.be/h2EQ1jNWct4
-
Aquí tocada por txistularis, cantada por un grupo local y bailada por los quintos en la fiesta de Sant’Agueda y también por la gente del pueblo, en la campa de San Pedro:
https://youtu.be/fXDINQS1wvY