Joel M. Tapia

Aún no es tarde

Apacigua ya sus ígneas flechas
el dorado guerrero del cielo
victorioso se aleja en su vuelo;
la gloriosa jornada está hecha.

Sutiles se posan las restantes
caricias de luz sobre los lirios,
y agradecen moderando su delirio
admirando las horas culminantes.

Se apagaron los últimos fogones
que ardían en las ramas de un Ciruelo
pero arriba va tramándose en el cielo
lucientes telas de variadas confecciones.

(Y mi alma está sujeta al hechizo
que gobierna la sublime transición
cuando lo que quiso el tiempo, eso hizo,
y los años se aglutinan sin guión).

Cuando menguan los años lozanos
y la tarde de la edad ya ha iniciado,
cuando buscas el anhelo más a mano
y te aflige que aquel ha fallado.

No te angusties por el tiempo y su paso,
por aquello que va quedando atrás,
se que a la noche le precede el ocaso
y el astro glorioso le sigue detrás.

Alma mía, tú sabes, aún no es tarde,
aún tus ramas tienen brotes por nacer.
Aún conservas ese fuego que arde
y que siempre, siempre te hará vencer.