Nestor Varela

Al tominejo

Un breve descanso puede bastar,
si, al latido de tus alas dar;
un silencio terrible, habito
en la zozobra de tu nimbito.

Tus remos detenidos, un momento cuelgan,
y creo no alcanza mi labor para apoyarte,
pero rayos a través del cristal se cuelan,
ha venido el mismo Sol para ayudarte.

Refulgencia, el brillo, la pluma, tu fuerza,
y pareces despertar entre las hojas,
mis tristes ojos llenos al tu incorporarte.

Puede ahora mi mano dejarte en el erial,
corres pronto al verde arbusto florecido,
con tu canto te despides al marcharte.