Ana Vega Burgos

SIN TÍTULO (del poemario JUEVES, CERRADO POR CORAZÓN ROTO)

Se apaciguó la luna

y fue el silencio hondo el que venció el combate.

Una estrella perdida

vaga de rayo en rayo,

desorientada y tímida.

 

Se han dormido los pájaros nocturnos

tiritando en las ramas del álamo desnudo

y se estremece, hambrienta, entre las algas,

la nidada de plásticos

mecida por las aguas.

 

En un barquito de papel, mis sueños

se van humedeciendo, y no son lágrimas,

lo juro: es la ginebra o quizá el hielo,

o la lluvia de ayer, o la saliva amarga

de aquel último beso que fue como una dádiva

que se echa desde lo alto al pordiosero.

 

Se reflejan las luces de la ciudad nocturna

en el asfalto gris, como en los cuadros

que mirábamos juntos las tardes de los jueves,

los mismos cuadros siempre desde la misma cama

de sábanas revueltas y amores clandestinos.

 

Se estremece la luna detrás del campanario

mientras se descompone en angular cubismo

la imagen de mi vientre, con un corazón roto

verde, azul y morado,

clavado, como un pirsin, en mi ombligo.

 

Planean, lentas, las nubes, y el ciprés del pantano

emerge del estanque,

verde como una luna lorquiana de gitanos.

 

Corta mi corazón como un cuchillo.

 

El agua sabe a musgo y a silencio.

La muerte, me dijeron, sabe a olvido…