Brillaba su mirada, con luz de gran diamante,
su rostro reflejaba, del alba su sonrisa,
que llena de frescura, lo mismo que la brisa,
hacía que mis ansias fluyeran desbordantes.
Ornábase su boca de beso delirante,
brotaba de sus labios lujuria de Artemisa;
la forma de su cuello, tan frágil y precisa,
el cuello parecía de un cisne deslumbrante.
Aquella primavera las rosas perfumaron
el suave terciopelo de aquella blanca piel,
y todas las estrellas, su cuerpo iluminaron,
haciendo de la noche espléndido oropel;
en tanto que los cielos sus liras entonaron,
cantándole a mi bella precioso y gran rondel.
Autor:Aníbal Rodríguez.