Diego Nicolás García Contreras

El nombre más ridículamente científico

Okei

Me rendí al placer de tu yema dura

Huevo 

Y escribí garabatos con tinta negra y delicada

Sin partirla

Oí ver como lamia mis besos

Sin estallar las burbujas que emanciparon mis amaneceres punzantes

Cuando se cayó la casa

El segundo piso sobre el primero

Y estoy casi feliz 

Extasiado en la supervivencia del remezón y en el deleite de romper la rutina

Y ahora si que se rompió todo allá abajo

Fideos, cajas, vigas, cabezas...

Me apresuré a ser feliz porque la muerte, se llevó al habitante del piso de abajo, que desgraciados somos de un momento para otro para depresiones, paramédicos paralímpicos se disfrazan de vísceras en el parachoques ante aquellas brisas que hoy son tormentas. Y que todos argumentan, al tok tok de la soneca, al oniricismo universal de tu muñeca que me tiene escapmado, sediento de brillo, pesado de sal en los hombres.

 

Escarpado y más allá del reloj