Apesadumbrado suspira con sus endebles prolongaciones
la furia  que da las postergaciones.
El sedimento fue su umbral.
Hijo de las desventuradas cuerdas.
Elemental instrumento de dioses ebrios 
de tendones rotos en la penumbra.
Y canta tardíamente entonando 
pequeños ojos que pueden 
confundirse con los ecos del fin.
Se enmaraña con el olor de la ansiedad 
con el sabor del maduro tiempo.
En el espacio la sustancia no 
recuerda el espejismo de las lluvias
ni el rechinar de los cielos. 
Va ensordeciéndose y lamentándose
de la soledad incomprensible 
como la materialización del pensamiento 
que encuentran guirnaldas de cruces 
en el vientre del cielo esmerilado.  
Se escuchan aullidos  marginales.
Tenebrosos reloj del dolor que
no recuerda los nombres al alba
Ha de volverse vida quien perpetúa la nada.