Moisés Sánchez

Con un beso...

Siempre ha sido complicado hablar de ti. Pensar en ti. Verme en ti.
En primera, porque ante el amor siempre he tenido una ceguera involuntaria (No te culpo si no entiendes a lo que me refiero, porque muchas veces también lucho conmigo mismo por tratar de descifrar que es lo que siento por ti, que es lo que me mueve de ti, que es lo que me tiene como un aficionado a escribir cuando en realidad, soy un aficionado de ti.
De tu recuerdo. De tu pelo. De tu estatura. De tu piel. De tu nombre. De tu ser.
Soy un aficionado a tu memoria. El recordar el último instante que te vi me mantiene cuerdo incluso en la locura de tenerte, porque así es, el tenerte sería una locura porque ni siquiera me tengo a mi mismo, ni siquiera me pertenezco… y aunque ya te lo había dicho, estoy con el riesgo de escribirte y de pensarte tanto que, si tengo tanta suerte, sentirás que te llamo, que me he quedado mudo de tanto pronunciar tu nombre, que mi boca delira con el sabor de tu saliva, que mi lengua ruega por que tu boca gima mi nombre, que mi piel me exige que me libere de la tentación de ser acariciada por tus manos, que mi cuerpo reclama descubrir cuantos poros debo besar para llegar al oasis de tu entre pierna… Con el desespero de un viejo amante olvidado te digo que no me pertenezco, por que mujer, yo siempre he sido libre y hoy no puedo, ruego porque me escuches cuando no puedo hablar y que desees saber de mi cuando ni siquiera lo pienso.
Que me busques cuando no encuentro el sendero.
Que me ayudes a mirarte, mostrándote bella en mis sueños. Que seas sensible a una suplica entregada al viento con la oración eterna de que, por un momento, seas capaz de sentirme, tanto como yo te siento.
Que notes cada que suspiro que renuncio a mi aire con tal de que de que te sientas viva, aun cuando no te tengo…), me explico: al levantarme por las mañanas, no suelo pensar en ti.
Pasan las horas y sonrío. Me divierto. A veces lloro. Pienso en mi poesía y en cuántas veces he imprimido mi alma en la tinta.
No suelo creer en milagros. La vida misma ha jugado tanto conmigo, que me invita creer que no sucede, pero pasa algo, algo que lleva tu nombre, algo que lleva tu olor y que me guarda en tu sonrisa y me doy cuenta que mientras existas tú, todo milagro de amor es posible. Si eres capaz de aparecer entre todo lo anterior y solo me doy cuenta a la hora de regar mi alcatraz, estoy seguro que si abriera mi corazón, tu silueta se tatuaría en mi pecho, tus manos darían forma a un cariño embriagante de pasión y sexo.
Ruego con que llegué el milagro que tanto rezo, aquel que se me conceda de mirarte en la calle, de mirarte en mi pecho y que me digas que tampoco puedes corresponder a lo que siento y en realidad no me importa porque yo, me conformo con un beso.