Alberto Escobar

Gravitaciones

 

Puedo predecir el movimiento de los cuerpos
celestes, pero no la locura de las gentes.
Isaac Newton.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Introducción a su autobiografía:

Es de dominio público que Newton era un misántropo.
Era amén de arisco al trato humano un descreído de la turba
que a su juicio nutría los orificios del mundo en el que le tocó
vivir y un consentido de que su existencia era un cruce de caminos
entre la voluntad divina y los azares de la genética.
El creíase un Fausto satisfecho de Mefistófeles en los saberes
del Universo, pero con la misma solvencia desdeñaba su analfabetismo
en lo que al sentimiento y aconteceres humanos se refiere.

 

Su autobiografía misma:

Solo sé que no sé nada de lo que acontece al ser humano.
Solo soy un villano que tañe al viento sus alabanzas.
Sigo siendo un manazas para los asuntos que atañen
al sentimiento, y un verdadero exento de tacto y respeto.
Soy, o creo serlo, un dios en el conocimiento del Universo,
un perverso en el celo de mis saberes y un acérrimo
defensor de mis pareceres y conciencia, de mi Ciencia
y mi seso, pero me falta eso: un amor que me compense.
Soy un verdadero insolente, un avieso en lo tocante
a mi alma, y un sabueso que olisquea sin descanso
la traza de un teorema, de un emblema que corone
de cúspide la filosofía natural de tiempos venideros.
Ahora, que apunto estas reflexiones, que oso levantar
la vista de mis estudios, me dejo congelar la vista
en el visillo de una ventana que se ofusca a lo vespertino,
me dejo dormir con los ojos abiertos pero inoperantes
para soñar despierto, saltar de planeta en planeta
hasta hervirme los pies y el cuerpo al volcán
de la superficie solar, y morir placentero.