Rafael Escobar

\"CANTO A SAN RAFAEL\"

Entre las cumbres brumosas

de dos grandes cordilleras

se levantan las praderas

mas fértiles y gloriosas.

En sus laderas frondosas

vibran sueños ancestrales

en medio de cafetales

de esperanza y de luz llenos

en cuyos prados serenos

se cultivan madrigales.

 

Hablo de San Rafael

donde nacían gencianas

perfumando sus mañanas

con magnífico oropel.

Eran sus bosques vergel

donde habitaban quetzales

y florecían nopales

cubiertos de gran belleza

que tenían la grandeza

de jardines orientales.

 

Hoy le canto con fervor

versos del alma nacidos

y que van de amor henchidos

con el mas preciado ardor.

El tiene el magno fulgor

del mas regio paraíso

que nos ofrece el hechizo

de su clima tropical

que lo abriga cual percal

bordado en oro macizo.

 

Caminaba sus caminos

bajo sombra de laureles

alfombrados de claveles

y de pétalos nardinos.

Eran dinteles divinos

sus majestuosos pinares

cuajados de colmenares

de abejas muy laboriosas

que de jazmines y rosas

nos daban mieles a mares.

 

Era precioso soñar

allá en el Cerro Cuspira.

porque inspiraba mi lira

y comenzaba a cantar.

Allí podía vibrar

al compás de los jilgueros

que en ramas de limoneros

sus nidos suelen hacer

y en su gorjeo tejer

sueños de amores primeros.

 

Habitat de los leones 

fue la gran Laguna Verde

cuyo verdor hoy se pierde

por nefastas ambiciones.

sus quebradas son zanjones

donde no fluye corriente

y fenecen lentamente

las especies tropicales

de maderas especiales

de fineza sorprendente.

 

Cuando observo el gran Panal

tan desolado y sombrío

me recuerda el albedrío

del canario y del zorzal.

Con sus trinos sin igual

cantaban a Primavera

que igual que una violetera

ofrecía regias flores

vestida con los colores

de las mas bella chumbera.

 

El cauce del Río Viejo

que antaño fue caudaloso

es hoy pantano fangoso

que de impiedad es espejo.

Yo lo contemplo perplejo

y me quedo meditando

si seguiremos cavando

la tumba de nuestro hogar,

y a nuestros nietos dejar

nuestra codicia purgando.

 

Y que decir del gigante

que fecundó Namanjí,

de cuyas aguas bebí

en su caudal tan boyante.

Era la fuerza pujante

que irrigaba los trigales

y floridos naranjales

cuyo fruto parecía

tener la dulce ambrosía

de los predios celestiales.

 

Es un deber de conciencia

tanta avidez combatir

porque podría morir

de nuestro pueblo su esencia.

Con vigor y con prudencia

debemos de preservar

el encanto singular

que nos regala Natura

con esa tierna hermosura

que no debemos truncar.

 

No podrá ser don dinero

de oxígeno sustituto

ni producirá algún fruto

que nos sirva de puchero.

Por eso pedirles quiero

detengamos tanta saña

que destruye la montaña

que está de vida preñada,

porque es la madre abnegada

que nos da el pan de su entraña.

 

Autor Aníbal Rodríguez.