Christian Alondra

¿Que qué nos queda?

Hay una silla frente a la piscina vacía,

Una joven se reclina a la orilla.

Trae puesta su falda amarilla. 

El blues suena desde una bocina. 

Su madre llora distante en la cocina.

 

 

La joven lee a Cortázar y respira,

Reprime y calla, no hay alternativa.

Se le derrumba la vida y la familia.

Le queda un libro, una silla y la piscina vacía.

 

 

Se ha hecho inmune, impenetrable.

Ya no le duele el fin inevitable.

Se ha vuelto estatua, imperturbable.

Egoísta y canalla irremediable.

 

 

Le molestan las lágrimas, los lamentos,

La indiferencia, los falsos consuelos.

Le molesta comprobar que nada perdura,

Que el amor se acaba y la unión se esfuma. 

 

 

Está cansada de sentirse incapaz:

Incapaz de compadecerse.

Incapaz de abrazar.

Siente que no puede escuchar ni entender a mamá,

No sin antes pensar que es muy débil y no sabe amar.

 

 

Y quisiera poder ser de otra forma,

Pero es que más que persona

Ella se siente una roca.

¿Por qué el dolor no la toca?

¿Por qué ella está feliz pero mamá tan sola?

 

 

El padre hiere, la madre llora,

Ella finge y su hermano ignora.

Y la casa se viene abajo.

El futuro se rompe en pedazos.

Y le llaman esperanza a un viejo saco,

a punto de romperse por tantos retazos.

 

 

Y a mí, y a la joven,

Nos queda una blanca silla, 

Al borde de la piscina.

Una falda ondulante y amarilla. 

Nos queda un libro brillante, 

Que llamamos \"la guarida\".

 

 

Nos queda un vacío insaciable, 

Que nos endurece ante la vida.

Nos queda un hoyo profundo, 

Que ya no podemos nombrar \"familia\".

 

 

Nos queda una estúpida sonrisa, 

Porque somos crueles y egoístas.

Nos queda una triste melodía,

Que acompaña a mamá mientras llora en la cocina.