Se me desmontó ese puzle
que llamé : mi felicidad,
en el mismo momento
en que la puerta cerraste,
con un portazo,
sin avisar,
viéndome llorar.
Te marchaste
y yo,
tonta de mí
pensé que no podría ser ya feliz.
Recriminándome cada fallo,
cada error en nuestra relación,
juzgándome como peón
en una partida de ajedrez,
siempre a tu merced.
El peón es una pieza
que engaña.
Parece que es débil,
se mueve despacio,
torpe,
como confuso.
Su vida se subordina,
al resto de su cuadrilla.
Pero cuando se revela,
supera los obstáculos
y llega al otro lado,
su símbolo de expresión
crece en comparación
y se transforma en lo que quiera,
resurge,
renace su fuerza interna.
Esa que estaba escondida,
aún en su corazón
llama encendida.
Como un peón soy yo,
constante,
valiente,
fuerte,
tenaz,
me esforzaré y verás
que te has quedado atrás.
No te necesito,
solo yo misma
soy dueña de mi propio camino.
Llegué al otro lado del tablero,
se acabó el juego.
He aprendido a
que esta partida
la gano
yo solita.