Eduh Siqueiros

En el centro de tu alma & La más sublime de las embriagueces

Mariposita, ¿por qué siendo volátil,
te aprisionas en la compañía
de la soledad?, mariposa sin igual,
tienes libertad, eres en efecto ligera
y al mismo tiempo eres deleznable;
la exaltación de tu alma no está
en el frenesí por entidades de fuego,
está en tu alma que es incinerada
en la ansiedad de ser habitada,
ímpetu que inherentemente es de tu origen,
no es bajo tu saya donde se halla
tu valía, es en el centro de tu alma.

El amor es en demasía espiritual,
que se puede amar
aun cuando esté ausente
el ser que se ama, se le ama
en la distancia de ese modo que insospechablemente
acerca a las dos almas.

Fueron tus retóricas que nacieron
en los trances las que tétricamente
conforman un himno de hermosura,
en el que los reveses de la añoranza
se trasforman en progresos
de eternidades en la esperanza.

En tu tálamo déjame recostarme
desde el alba hasta el ocaso... que presiento
que en tus sueños forjo sabrosuras
a partir de tu arte en el valle de mi soledad.

Tú y tu filosofía son tan atrevidas,
y tu espiritualidad además...
en vez de hacerme mal
percibo que me hace tanto bien.

Etérea eres, porque con destreza
te introduces ávidamente en cada alma
que afana y espera con mansedumbre
hallar en tus cánticos el sosiego...

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Tus aprecios dirimen un poco mi melancolía,
en la increpación lloró mi corazón de tristeza,
más en tu animosidad otorgas júbilo
iluminando la penumbra en mi mente.

Gracias por el abrazo a distancia
que aproximas a lo tétrico de mi ser,
compartiendo un poco el criterio
de esta mi perturbación.

Tu beso, ¡ay¡, justifica esta osadía
de plasmar en letras a los efluvios
que tienen en el alma sus dominaciones
y que traduzco con intentos de plectros.

Tus palabras son bendiciones,
y son para mí predicciones,
pues habrá un día entre mis días
en que yo cumpla mis aspiraciones.

Tu consistencia posee la hermosura
que se evaporiza en las manos,
tú y tu antimateria son misterios en secrecía,
que me sumergen
en la mayor sublimidad de las embriagueces.

Me acostumbras también
a lo sutil de tus incitaciones;
me hace tanto bien
alimentarme de tus paroxismos.

No hay belleza en lo que digo,
si no en las sensaciones
que me provocas, oh mi linda,
y me conduces a expresar
que en esta tarea me obligo
en ser cabal cual confidente.

En mi intento de aprisionar
soy yo quien queda cautivado,
en mi intento de complacer
soy quien queda extasiado.

A desearte los parabienes que mejor
mi alma con presteza a decir me incita...
y que sean siempre tus galardones
plenamente la dicha y la felicidad.

¡Ay! Son argumentos con que justifico
un motivo como señuelo aunque burdo
y a fraguarlo infaliblemente me esmero,
con tal que arribes a este territorio.

Contradictoria es la paradoja del amor,
el amor es sacrificio pero él no es malestar,
tantas veces, con el amor va inherente el dolor,
eso induce a pensar que es su principio;
pero el amor no es hiriente, se ama y a la par duele,
empero, el amor es sacrificio mas no es daño,
un sacrificio como ofrenda sí, como holocausto,
una entrega sin condiciones, un ofrecimiento propio;
el amor es sacrificio mas no es padecimiento, no es nefasto,
lo sé, hasta parece un contrasentido.