Jorge Briceño

A Gabriela

Un sentimiento de incomodidad se instauró en mi pecho, no hace apenas 20 minutos que llevaba acostado boca abajo, cuando de repente me gobernó una implacable tristeza. 

En la mesa de noche está nuestra fotografía, debí tener yo unos treinta y tantos. Gaby tenía exactamente 28. Jamás tuve una mujer tan completa.

Ella es todo lo que tuve en mis 73 años. Gabriela, mi último beso, mi último viaje, mi última cena. Gabriela en mis padrenuestros y en mi sagrado insomnio.

Me han dicho que debo volver a alimentarme bien, que el café y las sardinas no son una buena dieta.

Lo agradezco de todo corazón, pero la única recomendación que no me tomo a la ligera, es la de llevar una buena mujer a casa, porque a estas alturas las ganas de vivir solo pueden llegarme por contagio.