juan sarmiento buelvas

COMO UNA PROFECÍA.

Hay mañanas tan frescas, tan agradables, y tan placenteras; que el canto de los pájaros en los árboles y la fragancia que llega de las flores desde el jardín nos hacen creer que aun somos niños.

 

Pero esta alborada, lóbrega y tenue solo  deja escuchar el triste lamento del silencio en este triste amanecer, solo llega a mis oídos el lánguido gemido de las ramas crujiendo, el llanto de un perro que por vez primera siente temor de ladrar, y la ausencia del himno madrugador de pochocolos, papayeros y chichafrías anunciando un nuevo amanecer, tal vez porque ellos tampoco escucharon al serenatero madrugador en una ventana porque la novia apesadumbrada no se asomó a contemplar la neblina entibiándose con los rayos del astro sol porque muy temerosa siente el presentimiento que un mal presagio se cierne sobre la humanidad.

 

Todo se enmudeció en un silencio “ensordecedor” que me robó el sueño, igual que la primera noche que en una hamaca San Jacintera   intenté dormir en un lejano y solitario paraje y no pude conciliar ese sueño tan anhelado, me hacía falta algo, pero me costaba trabajo adivinar; que era ese algo, que me faltaba.

 

Y al calentar el sol me di cuenta, que esa tasa de sedante que me faltaba para conciliar el sueño era el sonido del ventilador, ese aparato tan estimulante que le había enseñado a mis oídos a dormir con su arrullo, pero este lo había reemplazado otro al que hoy le llamaría; El sonido del Silencio.

Cosa parecida sentí esta madrugada que recién se despierta sin el mundanal ruido de autos, los vecinos pareciera que tuvieran temor de hablar, el tan familiar ring ton del WhatsApp y hasta los escandalosos equipos de sonido amanecieron temerosos de cantarle al amanecer.

 

A este silencio, algunos señores sabiondos le llaman Ruido Blanco, dizque porque tiene el poder de ayudarnos a conciliar el sueño para que no nos deje escuchar otros ruidos casi inaudibles como el caminar de una lagartija en la pared, el vuelo de una cigarra en el tejado, o los pasos sin pisadas de esos familiares invisibles venidos desde el más allá tratando de romper barreras en el tiempo.

 

                                             Pueblo mío. De calles solitarias y enmudecidas.                                                                             Pueblo mío. Que lloras de tristeza como un viejo solitario.                                                             Pueblo mío. La soledad y el abandono son tu triste compañía.                                                                        Pueblo mío. Hoy te has quedado sin alegría.