Hernando José

Genocidio del hombre

Lo que era carne, ahora es materia que el poeta transformó en vino.
Espiritu convertido en nada por la vida.
Dioses asesinos de los hombres,
hombres que sepultan a los suyos,
niños desafiantes de la eterna oscuridad,
que transforman el olvido en lápida,
para que otros hombres recuerden un nombre.
Llantos que deshacen la esperanza y dioses que
prometen luz si no asesinan y creen
Dioses que nos venden el cielo
para no morirnos en el camino.
Comunidad de ciegos es un cementerio,
más que de muertos clandestinos de la vida.
Su carne no alberga el espíritu que fueron,
¿Quien los contendrá ahora sino le creyeron a quien
los mató en vida?
Confusión y un caos primigenio donde no había leyes ni dioses
Sólo los niños de un cementerio son los que aún ríen...
Otros los más, odian a quien les quitó la vida
y se preguntan entre el musitar de los cipreses
¿para qué nos las diste? Y cánticos de aullidos
llenan un vacío en el camino aún no comprendido.
y se los escucha en el silencio que aturde de los nichos,
allí donde el viento entra en las tumbas y se escucha a los huesos tiritar de frío...
Y más allá el sepulturero fumando la niebla de la noche esperando
la próxima víctima del gran asesino de niños.
Y ahora la madre vestida de novia,
cansada de parir, ahora se los come.
¿Dónde estuvo el error?
¡Cuánta luz en tanta oscuridad!
Para qué? para qué? para qué?
Y aún así la sonrisa de un niño te conmueve,
o el color de la piel en la flor como estilete te hiere
o en la mañana helada del alba el sol te abraza
o percibes un brazo que se apoya suave en el desierto de tus hombros
o masticas lentamente el sabor de tus sueños
o irrumpes con un saludo en la casa de tu amigo
y besas la esperanza como a una novia
y caminas apresurado para no perderte el encuentro esperado
y sigues creyendo que el sol vendrá mañana
y a pesar, muy a pesar de todo sigues sonriendo
y duermes tranquilo creyendo que todavía
no has muerto.


Hernando, 26 de julio de 2010