Se escucha en la manifestación de la tormenta,
el ruido que silba en la altitud;
en la cúspide del silencio.
Otra vez entonado,
anuncia el ligero toque del velo sagrado.
Y cae tras la montaña.
y es sujetado por una mano sin anillo ni uñas,
sin dedos ni palmas.
Por el ángel sin alas ni plumas.
Allá en Sión y en uritorco,
en Aconcagua y en lageado;
Se desvanece la luz sobre las tinieblas
y recuerdan a aquel bello tintineo.
Es real también lo pasajero como cualquiera que asciende
Y toca el alba sin volumen,
en un concierto de sombreros.
Mientras charlan las nubes silbando fuerte,
Tronando de hilarancia.
Sin ropa, sin secreto y con gracia colmada de dones.
Estoy contigo ser eterno.
Dame tu porción abundante
Aunque no pueda levantarla...
Porque es un volcán completo sobre mi cabeza
Que debo compartir.
Por que es un pesado elefante.
Y debo lavarlo todos los días,
Uña por uña,
Pliegue por piegue;
Para cuidarlo,
Para sanarlo de esta peste silenciosa
Que quiere hacer estruendos ignorando el poder
tremendo de dejar las plantas a cielo razo
Y contemplar la magia.