Diego Nicolás García Contreras

Halogeno (mínimo) (4)

Estoy cómodo en el sillón ahora;

Es reclinable, tengo todo el cuerpo extendido.

Pero, quisiera que se diera vuelta, caerme al piso y no encontrarme con la sucia madera sino bajo el agua de mar,
y que de los pies me agarre una corriente remolinada que me remezca con fuerza.

Mirar bajo el agua la claridad de mis células escapándose de mi cuerpo despavoridos todos los miedos y todas las dudas.

 

Ahora el reflejo de los árboles sobre las sillas es lo más lindo que contemplo todavía,
pero quisiera que las ramas rompieran las ventanas y me atraparan entre sus espinas.
Y crecer con la mata hacia arriba, satisfacer mis pulmones en la verdesía de dura corteza, humedecer mis ojos y brazos con la fruta a la orilla, de un color sin precipicio, de un dulzor sin caducidad una tierra y en su equilibro balancear mis medios días y partículas.  

Hagánse a un lado las esquivas

Las desconfiadas, confinadas a la apreciación de la mediocridad, a yo en el sillón tras la suma.

Más bien encuentrae la profundidad de la sima.
El magnético que ínsufla la medicina de la paz, de la energía puesta a prueba y a máxima velocidad depurar el estigma, quitar de adentro todo desagrado y darle a mi alma una ocupación coherente, coexistente con mi yo superior, el más minúsculo de los sentidos expresado en expansión.