h.r. ales

Primera carta de Vanessa

 

 

 

Primera carta de Vanessa

LOS OJOS QUE NO VEN MIS HAZAÑAS

 

Ya perdí la cuenta

de los rayos que te he lanzado,

rayos que le han robado kilómetros

a la velocidad de la luz

para presumir una belleza dorada

al firmamento que se encuentra

en tus ojos.

Tus malditos ojos

que no se clavan en mí

—no entiendo cómo tienen el poder para excitarme,

dejarme con los puños apretados

y luego

seguir excitándome—.

 

Ojos que de noche son un firmamento

y de día un lienzo

donde deseo pintar con mi lengua

—no quiero terminar odiándolos—.

 

No quiero pensar

que hay una distracción voluntaria en ti;

prefiero creer que todavía

no has levantado tu mirada

para ver la nube que adorna

cada gota en tus lluvias grises

y el sol

que lleva tatuado tu nombre

—sol que puede asesinar

el crepúsculo que te arrojaron—.

 

He escondido este deseo

que ya tiene ojeras,

pero lo he dejado un poco descubierto

para que encontrarlo

te resulte fácil.

 

Mientras tanto

seguiré inventando colores

para ver si tu lienzo reposa en mi caballete,

y caminaré

con plomos en mis vestiduras

para que mis huellas sean más profundas

y te cause curiosidad seguirme

o, por lo menos,

que tu mirada decida clavarse en mi piel.

 

No sé hasta dónde podría llegar

—ya desconozco mi destino

de tantas estaciones—.

Sin embargo,

con este dolor afilado que corta mi pecho

seguiré creyendo

que aún

no te has dado cuenta.

 

h.r. ales

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