FELINA

SE ME VOLVIÓ COSTUMBRE

SE ME VOLVIÓ COSTUMBRE  

¡Un suspiro muriendo, en mi pecho ardiente!

Bajo un cielo plomizo, de una tarde de enero,

dibujé mis pasos por aquel sendero,

del viento peregrino, sentía la corriente.  

No estabas, lastimosamente

y se me volvió costumbre,

caminar frecuentemente,

por la calle silenciosa y vacía...

en donde ningún alma, sola andaría.  

Y se me volvió costumbre,

acurrucarme en la piedra…

a mirar crecer la hierba,

del camino de mi vereda...

ése que a diario anduviera,

recordando tu ausencia.  

Y se me volvió costumbre

estar hablando con la luna,

esa luna rojiza,

que teñía el horizonte,

la que fuera centinela

de mis sueños y quimeras...

la que fuera compañera

de mi hastío y de mis penas.  

Y se me volvió costumbre

nunca dejar de pensarte...

y se me volvió costumbre

bajo la lluvia soñarte

y se me volvió costumbre

 debajo del sauce esperarte.  

Y ver pasar la tarde

y ver llegar la noche

y sentir el rocío de la aurora

y ver pasar las horas...

y no verte llegar a media noche,

entre la gente que viaja en coche.

Y se me volvió costumbre

acostumbrarme a la espera...  

Y si nunca de frente yo te viera

y en mi jardín el tulipán no floreciera

y en mi alma todo el tiempo lloviera

y siempre viera marchitar la primavera

y muchos inviernos, blanquearan mi cabeza

y muchos otoños, de hojas me cubrieran.

Yo te aseguro vida de mi vida…

yo te aseguro que no te olvidaría

y en mi pecho la flama ardería…

y tu desdén... jamás la apagaría.

Felina