Puedo colorear cada célula de mi adn sobre un avión,
y tronar cada hueso en cada turbulencia.
Puedo suplicar clemencia mientras hago una reverencia.
Aunque también puedo pasar largo rato haciendo venias en el piso entablado del escenario imaginario
y junto a una vela respirar el aire que trae la luna llena.
Casi llena.
Mordida en silencio.
Carcomida por el viento que quiere bailar junto a la espuma escondida,
y en cada imagen resumida
sembrar vida a cada tierra con poca agua.