Yamila Valenzuela

Antulio. Segunda y Ășltima parte (Semana del vampiro)

 

 

 

-Aquí puede descansar señorita.

Invitándola a pasar.

Fue una noche tranquila, a pesar de la fuerte lluvia acompañada por relámpagos y truenos.

El sol la despertó con sus rayos sobre su rostro; había olvidado cerrar la cortina antes de acostarse, cosa que agradeció; debía continuar su camino lo más temprano posible. Bajó las escaleras esperando encontrar a quien le ayudó la noche anterior, no había nadie y un silencio profundo lograba taladrar sus oídos, dio vueltas por todo el castillo esperando encontrarlo, pero fue en vano. Regreso al punto donde había iniciado su búsqueda y vio un inmenso sofá frente a una chimenea que estaba encendida. ¿Por qué no lo había visto antes? Se preguntó; quizás por la prisa de encontrar a quien le ayudó, fue la respuesta que se dio. Se sentó en el sofá y en poco tiempo se quedó dormida.

-Señorita, despierte, señorita, despierte.

Le decía él con mucha suavidad muy cerca de su oído mientras intentaba sentir su olor y miraba su cuello terso pudiendo ver palpitar su yugular al correr la sangre. Era el momento, su oportunidad de probar la sangre humana.

Pero ese rostro, tan hermoso, su forma tan calma de respirar, sus manos que reposaban sobre su pecho de dedos largos y bien cuidadas y esos labios. ¿Cómo sería besar? Pero tenía sed, la noche anterior no había podido cazar; estaba sediento y ahí se podía saciar. Abrió la boca dispuesto a hincar cuatro colmillos que se ocultaban mientras no bebía, pero que al abrir la boca, se erguían y crecían.

-Oh! Lo siento, me quedé dormida esperándolo.

Despertó de improviso, cuando él se disponía a beber de aquel cuello que lo seducía.

-Lo sé, tuve que salir muy temprano y no pude regresar hasta ahora. ¿Comió algo?

Alejándose unos centímetros de ella

-No, al despertar fui a buscarlo y como no lo encontré me senté a esperarlo y ya ve lo que pasó.

Lo dice muy avergonzada.

-Vamos.

Invitándola con un gesto de su mano.

La lleva hasta una amplia cocina en donde ella podía ver de todo; desde frutas hasta carnes de todo tipo.

-Aliméntese, por favor. Por mí no se preocupe, estoy satisfecho.

Ella sin mediar palabra, se acerca a un gran mesón donde había muchas frutas, toma una manzana la lleva a su boca dándole un mordisco y cerrando sus ojos mientras mastica para disfrutar el dulzor de esa fruta que era único, mientras sentía como los pequeños trozos se deslizaban por su garganta hasta llegar a el estómago, apaciguando el hambre atroz que sentía. Es la manzana más exquisita que se ha podido comer. Él observa su rostro detallando cada gesto de placer que se dibuja en la faz de esa hermosa mujer, pero ese cuello. ¡Demonios! Ese cuello, lo enloquece; siente el sonido de como fluye la sangre tibia, fresca, dulce; como un río correntoso que pide a gritos llegar al mar; así su cuerpo y su paladar piden de ese cuello succionar esa sangre que corre a mil en el cuerpo de esa linda mujer. Solo esperaré a que se duerma, pensó.

-Ya hoy no pude partir, mañana temprano lo haré, espero poder despedirme de usted.

Mientras seguía masticando un trozo de la manzana.

-Aquí voy a estar, la acompañaré hasta la mitad del camino, su destino final no está muy lejos.

Sabía porque lo decía; esa noche de su cuello bebería y ya ella no tendría fuerzas para partir, sería su alimento por unos tres días.

 

Ella dormía plácidamente, con la confianza de quien se siente seguro y protegido. Él entra sigiloso, levita y no respira; se acerca lentamente a ella sin dejar de mirar su rostro. Es hermosa, quiero besarla, piensa, y en ese momento algo se mueve en su pecho, lo que hace que por un momento se olvide de lo que va a hacer; lleva su mano al lado izquierdo del pecho, pero no logra sentir nada. Respira suave, casi que inaudible, sostiene la respiración y se acerca lento, muy lento al cuello de ella; abre la boca lo más que puede y salen los cuatro colmillos como los de una serpiente, listo para clavarlos. Escucha desde el fondo de su cabeza una vos, suave pero con autoridad.

-¡Alto, detente!

Sorprendido mira a todos lados sin poder ver a nadie y su sed desaparece.

-¿Qué pasó?

Se pregunta muy quedo para no despertarla.

-¿Quién me hablo?

Agudizando su vista hacía la oscuridad.

-Yo, tu cuidadora.

La vio parada al lado de él, sin lograr entender cómo llegó esa mujer hasta allí. Pequeña, un poco rolliza, de rostro redondo, ojos grandes, casi que saltones, labios delgados y una voz muy agradable, se le escuchaba como un canto, como un susurro que penetraba el celebro causando una sensación muy placentera, una sensación de paz y calma, de alegría.

-¿Quién eres?

-Flora, tu cuidadora.

¿Cuidadora? Una cuidadora que jamás había visto; desde que tiene memoria siempre ha estado solo. Lo único que recuerda es que una noche despertó en ese castillo, desorientado y a medida que fue pasando el tiempo fue descubriendo quien era él, a través de libros que encontró esparcidos en todo el castillo.

-Llevo cientos de años aquí. ¿Y por qué no te había visto antes?

-Porque no era el momento.

-¿Y por qué ahora?

-Porque ya ella está aquí.

Levantando su mano y mostrándole a Jazmín, quien seguía dormida y que extrañamente no despertaba con la conversación de ellos.

-¿Y qué tiene que ver ella?

-Es tu salvación no debes seguir  viviendo  eternamente, es tu destino y por eso va a ser tu esposa, fue escogida desde antes de nacer, es pura de cuerpo y alma, lleva la luz que necesitas para poder seguir el camino que se ha trazado, hay misiones que debes cumplir y solo al lado de ella lo lograrás. Todos nosotros dependemos totalmente de ti, de tus actuaciones y de tu caminar en la vida.

De nuevo esa sensación en el corazón, como de tibieza, como latidos, como sonrisa; sensaciones que le fueron muy agradables.

-Pero ella no lo sabe.

-Lo sabe, en sus sueños la guíe hasta aquí. Su soledad ha sido su mayor dolor y sabe que al venir aquí, todo ese dolor desaparecerá

-Yo soy un vampiro y ella vive; no hay cura para eso.

-Sí la hay, desde antes que la humanidad existiera, la cura está, todos la tenemos, la llevamos, solo que no la dejamos aflorar.

-¿Y cuál es? ¿O acaso eres bruja?

-Sí, lo soy, y en su momento la respuesta tendrás. Ahora hay que prepararlo todo, porque antes que despunte el alba un conjuro se tiene que realizar.

-¿Pero y cuál es mi misión?

-Ya lo sabrás, a medida que el tiempo pase y camines en el mundo todo se te irá mostrando; paciencia debes tener y tu mente, alma y corazón deben permanecer abiertos para que puedas captar todo ese amor que se te va a dar, el amor van a ser tus ojos, tu guía espiritual, sin él tus designios no se cumplirán.

Se mueve el mundo, el alba empieza a despertar, Jazmín dormida y Antulio mirándola con esperanza, esa esperanza que había empezado a crecer en su interior, antes vacío, frío, sin sentimientos y que ahora se encontraba frente a una inmensa luz como su nombre. Una luz que le daba calidez y a su corazón hacía latir.

-Toma sus manos entre las tuyas.

Y levantando sus brazos, con las palmas de las manos abiertas y con la cabeza mirando el cielo dice:

 

¡Por el trueno y el relámpago!

¡Por los cuernos del zodiaco!

¡Por la vida de la esperanza!

¡Por las hondas de los vientos!

¡Por el tiempo que no ha muerto!

¡Por la vida y por el sí!

¡Por el eco del te quiero!

¡Por los hilos de los cielos!

¡Que sostienen amores eternos!

¡Por ese amor y bondad!

¡Que a sus almas llenará!

¡Por el amor ya pedido!

¡En milenios, en los siglos!

¡Por la lluvia que fertiliza!

¡A los campos del amor!

¡Por el poder de la creación!

¡Por mi poder que se mueve hoy!

¡Decreto que tu cuerpo!

¡Volverá a ser tibio!

¡Y el amor te abrazará!

¡Desterrando la soledad y la inmortalidad!

 

Y diciendo esto.

Ella desapareció

Entre millones de luces de colores

Como titilantes estrellas

El cielo se abrió

Y una intensa luz lo bañó

Los campos fueron verdes

Las flores tomaron color

Los ríos se hicieron azules

Las mariposas danzaron con fervor

Las luciérnagas les hicieron camino de luces y de honor

Y los pájaros trinaron al son de un tambor.

 

Bueno, ya saben; no me puede faltar el tambor, jajajajajajaja…

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

 

Gracias, eternas gracias a quienes siguieron este cuento. Son mis primeros pininos en narrativa; hay mucho que aprender todavía.

 

Yamila.