Angélica Contreras

TODO ESTÁ CAMBIADO


TODO ESTÁ CAMBIADO
A mis 13 años no había mucho que hacer, había televisor, pero ese nunca se encendía hasta las 6, estaba la radio, pero emitía un ruido molesto porque ya estaba viejo, salir a jugar era lo que más disfrutaba, pero justo a esa hora los viejos se reunían y hablaban de noticias que yo no alcanzaba a comprender.

Y los escuchaba, a los grandes, esos que tenían el respeto y la experiencia, hablaban de lo agradecidos que debíamos ser, desde nacer hasta el fin, que todos valíamos lo mismo porque habíamos sido creados por el mismo Dios, que un día, un hombre pecó y se perdió la buena tierra, pero también de lo mucho que la vida valía la pena.

Los domingos, madrugábamos más de lo normal, era el día de bañarse mejor, de ir al quiosco o la alameda. En el beso de mi madre había suavidad, de la mano de mi padre tenía seguridad, las rodillas no dolían cuando uno jugando se caía, uno era feliz, cada día se vivía, uno era feliz.

Ahora todo está cambiado, la felicidad también estaba en el silencio y la oscuridad, era una chulada oler a tierra, encender la chimenea, pero ahora todo está cambiado, las horas, las noches ahora son otras, son distintas, ajenas.

El tiempo es una muchacha que parte brincando y no nos damos cuenta. Nos ponemos a desear, a juguetear, a arrojar piedras, a esconder la mano, a cometer faltas, errores que se condenan a repetirse. Nos ponemos a hacer todo, menos a vivir. Antes uno era feliz.

 

 

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